Fausto BOLAÑOS GARCÍA
Sacerdote y escritor
Establés (Guadalajara), 1884 - 1960
 

Por Jesús de las Heras Muela, en “Ecclesia Digital” , 2 Marzo 2010

La recuperación de la memoria de un virtuoso sacerdote diocesano de Sigüenza-Guadalajara, modelo de oración, humildad, pobreza, caridad y reconciliación, en el cincuenta aniversario de su muerte.

El Año Sacerdotal y el cincuenta aniversario de su fallecimiento nos permiten y hasta nos obligan acercarnos a la figura de un sacerdote diocesano humilde y santo, el particular Santo Cura de Ars de Sigüenza-Guadalajara. Es Fausto Bolaños García, un sencillo y humilde cura rural, que vivió y murió con fama de santidad. Nacido en Establés el 13 de agosto de 1884,  el 1 de abril de 1911, en Sigüenza, recibió la ordenación sacerdotal.

Las parroquias de Labros, Turmiel, Concha y Estables se beneficiaron durante largos de sus servicios. Así, en Labros permaneció 18 años y en Establés entre 1933 y 1959, en que se jubiló, sirviendo también Concha desde Establés a partir de 1947. Con anterioridad había sido párroco en Cenegro, Alquité y Martín-Muñoz, en tierras del arciprestazgo segoviano de Ayllón. Falleció santamente en Establés el 6 de marzo de 1960.

El Boletín Oficial del Obispado, tan parco en comentarios de esta índole, en su número 2057, correspondiente al mes de marzo de 1960, concluye la nota necrológica con la que da cuenta de la muerte de este sacerdote con las siguientes palabras: "Después de una vida de santidad heroica, de desprendimiento total de las cosas materiales, recibió cristiana sepultura en el cementerio parroquial de Establés".

Familia y  estudios

El canónigo de la catedral seguntina Aurelio Ortiz Sobrino (1894-1976) escribió una hermosa y breve biografía sobre tan virtuoso sacerdote, editada por la Unión Apostólica en 1968. Este trabajo nos ha servido de guión para las líneas que siguen.

A la luz, pues, de esta semblanza y de otros testimonios, la figura de Fausto Bolaños García adquiere rasgos de auténtica santidad. Nacido en el seno de una pobrísima familia -durante cinco meses de su infancia no pudieron comer pan y se mantuvieron a base de patatas- de Establés, con origen en Luzón, la influencia positiva y los ejemplos de virtud de la madre, Eugenia García Urraca, fue decisiva para su vida. Su padre se llamaba Julián Bolaños Celada.

En septiembre de 1899, Fausto, alentado por su párroco natal, consigue una beca e ingresa en el seminario de Sigüenza para cursar Latín y Humanidades. Ya en estos primeros años de seminarista destacó por su fervor y por sus penitencias.

Cursando Segundo de Filosofía falleció su madre y al acabar el tercer curso de Filosofía hubo de cumplir el servicio militar, siendo destinado a Zaragoza, donde transcurrieron años decisivos en su formación espiritual y donde intensificó una devotísima piedad mariana, que le acompañó durante toda su vida.

Sacerdote y primeras parroquias

Tras concursar parroquias, cursando Tercero de Teología, de nuevo en el seminario de Sigüenza, se le adjudicó la parroquia de Cenegro, de la que se posesionó en abril de 1910. El 1 de abril de 1911 fue ordenado sacerdote en Sigüenza y el 5 de abril celebró su primera misa en Establés, su pueblo natal. Pocos días después marchó a Cenegro, su primera parroquia.

Su austeridad abnegada en las comidas, su caridad extrema a la hora de disfrutar de los bienes materiales, su intenso espíritu y vida de oración -"todo lo espero de la oración; yo sólo no puede hacer nada", escribió-, su amor a la Virgen -practicaba la devoción de la Santa Esclavitud, según la doctrina de San Luis Mª Grignon de Montfort-, su pobreza y su celo pastoral empiezan siendo las características principales de su ministerio sacerdotal, que cosechó grandes frutos espirituales en esta pequeña y pobre parroquia de Cenegro, que deja en 1914, al ser trasladado a Alquité y Martín-Muñoz, también en tierras de Ayllón.

Entre el 10 de marzo de 1914 y el 3 de septiembre de 1915 rigió estas parroquias, en las que destacó por una gran misión predicada en la Cuaresma de de 1915 y por la conversión de un indiano en Alquité, que conmovió a todo el pueblo.

El 3 de septiembre de 1933 tomó  posesión de la parroquia de Labros, en tierras de Molina de Aragón, a muy pocos kilómetros de su pueblo natal. Nada más tomar posesión, consagró la parroquia al Sagrado Corazón de Jesús y fomentó la devoción de los primeros viernes de mes y de la comunión frecuente. Los resultados no se hicieron esperar y en los dieciocho años que permaneció como cura de Labros no pasó un solo día sin dar la sagrada comunión. Labros, que ya era un pueblo piadoso, consolidó durante estos años su profunda religiosidad.

Durante estos años, D. Fausto hubo de vivir también distintas circunstancias familiares adversas como las muertes de su padre y de una de sus hermanas, madre de cuatro hijos. Su otra hermana marchó como religiosa a la Congregación del Amor de Dios y su hermano se casó, haciéndose cargo de los hijos que había dejado su hermana religiosa. Libre de lazos familiares, D. Fausto quiere hacerse religioso, al igual que años atrás había deseado ingresar en el Seminario de Misiones Extranjeras de Burgos y convertirse en misionero. Ambos proyectos quedaron frustrados.

Al servicio de la reconciliación

Entre 1933 y 1959, servirá ejemplar y heroicamente las parroquias de Establés, su pueblo natal, y Turmiel, y, durante unos, la de Concha, muy próxima geográficamente. Establés no era el pueblo religioso que era Labros, donde fue sentida la marcha de su celoso y querido párroco.

Eran los años de la IIª República Española. El secularismo y el anticlericalismo estaban haciendo estragos también en el mundo rural. Tras las elecciones de 1936, el pueblo de Establés se dividió profunda y dolorosamente. Según confiesa el mismo D. Fausto, durante unos meses sufrió un verdadero martirio incruento.

Tras la entrada en Establés el 8 de septiembre de 1936 de los Requetés, y tras las pesquisas de estos acerca de la referida persecución sufrida por el sacerdote, este respondió así: "Aquí no ha pasado nada. La única persona a quien se ha ofendido soy yo, pero yo soy padre y el padre perdona y no tiene obligación de delatar a sus hijos". Este gesto se difundió por todo Establés.

Establés ya no es Establés

El servicio ministerial de D. Fausto y su abnegada vida estaban logrando, por la gracia de Dios, un completo cambio en la fisonomía religiosa de la parroquia. La asistencia a la Iglesia era cada vez mayor; el cumplimiento del precepto dominical y de la confesión y comunión en Cuaresma eran prácticamente unánimes, a la vez que crecía el amor y el respeto por tan venerable párroco y paisano.

Acabada la Guerra Civil y tras restablecer el presupuesto eclesiástico, dedicó D. Fausto las dos primeras nóminas recibidas a costear los gastos de una misión popular en sus parroquias de Establés y Turmiel. Como decíamos antes, la pobreza y la caridad extremas eran rasgos definitorios de su persona y ministerio.

Así, cuando, con fecha de 1 de enero de 1933, la República canceló el presupuesto para la Iglesia, D. Fausto escribía: "Ahora más que nunca se necesita espíritu sacerdotal y vivir desprendidos de las cosas de la tierra...Desde primero de enero seamos verdaderos apóstoles, trabajemos con más entusiasmo que ahora...Yo, en medio de las pruebas, estoy contentísimo. Creo que el día uno de enero empiezo a ser cura".

Unos años después, tras el final de la Guerra Civil, D. Fausto afirmaba: "Qué tiempos tan buenos perdimos los sacerdotes al terminar la guerra. No supimos aprovecharlos...Qué lecciones tan hermosas nos enseñó Dios en tiempo de la República. No teníamos nómina del Estado y nadie se acordaba de ella. No nos faltó nada. La providencia cuidaba de todos y repartíamos lo poco que teníamos con nuestro prójimo. Cuántas obras de caridad se practicaban entonces. Parecía que estábamos en los primeros tiempos de la Iglesia, en los que lo que tenía uno era también del otro, como verdaderos hermanos. Qué paraíso sería la tierra si no tuviéramos tanto egoísmo y no estuviéramos tan apegados a las cosas de la tierra. Nos hemos materializado y cuánto más se tiene, más se desea".

De hecho, a partir de enero de 1940, renuncia a la nómina del Estado para emplearla en obras de caridad. Sus escasísimos bienes materiales los reparte entre sus familiares, los pobres, las Misiones y su iglesia parroquial. Mientras tanto, el dinero se multiplica en sus manos, que inmediatamente lo repartían a obras de caridad.

Promotor vocacional

Su obra de caridad predilecta fue la dotación de becas para seminaristas pobres. Crea tres para el seminario de Sigüenza, otra -la última, en la primavera de 1956- para seminaristas nuestros que ampliarán estudios en otras Universidades, puesta bajo el nombre de "Santísima Trinidad" y dotada con 75.000 pesetas, y otras dos con destino misional: una, de 31.000 pesetas para el Seminario de Misiones Extranjeras de Burgos, y otra de 12.000 pesetas en favor del clero nativo de los países de misiones. Las tres primeras becas se llamaban "Del cura rural", formada con 22.500 pesetas; la "Inmaculada", constituida por 33.000 pesetas.; y la del "Sagrado Corazón".

Esta prodigalidad en becas le acarreó también sufrimientos, pues era criticado por ello. Atribulado, consultó al respecto D. Fausto al entonces obispo de Sigüenza, Lorenzo Bericiartúa Balardi, quien le animó a que prosiguiera en este empeño.

Cuentan los testigos que D. Fausto, como expresión de pobreza y con el fin de repartir sus pocos bienes materiales, jamás viajó a Sigüenza, capital del Obispado, en coche línea, sino andando. La pobreza y la penitencia caracterizan su vida.

El atardecer de una vida luminosa

Según narraba él mismo, a partir de enero de 1958 esperaba la hora de la muerte y, en repetidas ocasiones, ofreció su vida "por la conversión de los pecadores, por la propagación de la fe, por la santificación de las almas que Dios me ha encomendado y por la santificación del Papa, de los obispos, sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas". El sufrimiento, físico y/o moral, había sido compañero permanente de su vida

Una progresiva afección cardiaca y una dolencia renal crónica estaban mermando su cuerpo penitente y quebrantado. El 14 de octubre de 1959 le fue aceptada la renuncia al servicio pastoral a las parroquias con tanto celo había regido.

Continuó viviendo en Establés, donde le sobrevino la hora de la muerte en la tarde del 6 de marzo de 1960, primer domingo de Cuaresma, a los 75 años de edad y casi 50 de sacerdocio. En la fría tarde del día siguiente, 7 de marzo, entonces festividad de Santo Tomás de Aquino, recibió cristiana sepultura en el cementerio parroquial de Establés, a donde acudieron numerosísimas sacerdotes y fieles de esta comarca molinesa y de toda la diócesis.

El deán del cabildo catedralicio, Juan Plaza Ortega, representó al obispo diocesano y pronunció unas vibrantes y emocionadas palabras mediante las cuales quiso resaltar las virtudes y ejemplos de aquel humilde sacerdote, cuyo recuento de su vida emociona y admira al adquirir tantos rasgos  comunes y paralelismo con la vida del patrón del cura rural San Juan María Bautista Vianney, el Santo Cura de Ars.

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