Un libro de García Marquina que nos ayuda a revivir el viaje eterno de Cela. 

Diego de Landa y Calderón

Religioso. Escritor. Obispo de Mérida en Yucatán.
Cifuentes, 1524 - Mérida, 1579

Fray Diego de Landa
cronista de la civilización maya

por José Luis García de Paz | Fray Diego de Landa Calderón nació en Cifuentes (en la Alcarria de Guadalajara) el 12 de noviembre de 1524. Poco se sabe de su infancia. A los 16 o 17 años llega al convento de San Juan de los Reyes de Toledo y profesa en la orden franciscana. Posiblemente allí se convirtió en un obstinado defensor de la fe católica. En 1547 acompaña con otros cinco sacerdotes a Nicolás de Albalate cuando éste regresa a Yucatán. En 1549 llega a Yucatán y es nombrado ayudante del guardián de Izamál. En 1552 es nombrado guardián y se le encarga construir un convento que sustituya a las chozas en que habitaban los franciscanos. En 1556 era custodio del Yucatán y primer definidor de la Provincia dentro de la orden franciscana. Cuando Yucatán y Guatemala formaron una sola provincia, fray Diego fue nombrado Provincial de la misma en 1561. Se le tenía por hombre virtuoso y prudente.
Los frailes educaban a los indígenas e intentaban evitar su maltrato. Los encomenderos se quejaban de que por aprender la doctrina cristiana, los indios tenían desatendido su trabajo. Hubo conflicto y los españoles dejaron de asistir a los oficios sagrados y quemaron pos dos veces el templo y cenobio de Valladolid. Para solucionar el conflicto fue enviado en 1552 Tomás López Medel (natural de Tendilla y a quien podemos encontrar entre los alcarreños ilustres, autor de un Tratado de los tres elementos, aire, agua y tierra.) No hubo demasiado éxito y en 1560 llegaría otro visitador. Incorporado en 1560 el Yucatán a la Audiencia de México, llegaría nuevo Alcalde y Justicia Mayor, y, en 1562, fray Francisco Toral, primer obispo en el Yucatán.
A pesar de las campañas de conversión la antigua religión de los mayas no había desaparecido, solo estaba escondida y Landa ya citaba (y reprobaba) en 1558 esta situación que se desataría en 1562 cuando Landa llega a Maní y constituye un tribunal religioso al que pronto convierte en Inquisición ordinaria. Los interrogatorios a los indios condujeron al decomiso de sus imágenes y piedras sagradas. Al menos seis indios huyeron a la selva y allí se ahorcaron antes que confesar la localización de las imágenes que ellos protegían. Tras el interrogatorio y tortura se realizó un gran Auto de Fe en Maní el 12 de julio de 1562 en que Landa hizo quemar unos 5000 ídolos y objetos sagrados. Algunos indios (por su cultura) no pudieron soportar el serles cortado el pelo y vestida la coroza y se suicidaron posteriormente. Quien luego escribiría la obra más importante sobre la cultura maya, fue el principal artífice de la destrucción de parte de ella.
Estos hechos así como la animadversión anterior hacia el provincial franciscano hicieron que se le empezara proceso, apelando Landa a la Audiencia de Nueva España (México). Como el obispo Toral escribiera a Felipe II, Landa creyó conveniente para su defensa marchar a España en 1563. Tras visitar en Barcelona al General de los Franciscanos, y apoyándose en unas Breves papales que permitían a los provinciales en América actuar como inquisidores, Landa sería absuelto a pesar que el obispo Toral dijera respecto a su actuación con los indígenas que "en lugar de darles a conocer a Dios les han hecho desesperar".
Marchó a Guadalajara, luego a Toledo siendo maestro de novicios en San Juan de los Reyes. Parece que allí escribiera en 1566 su Relación de Cosas Notables de Yucatán para ser empleada en su defensa. Estuvo una temporada en Cifuentes en 1568, y estando en el monasterio de San Juan de la Cabrera fue nombrado Obispo de Mérida en el Yucatán sustituyendo a Toral. Embarca en 1572 en Sevilla y se lleva una copia de su manuscrito. Aunque indígenas y españoles tenían cierta prevención de su llegada, no tuvo nuevos encontronazos ni con los encomenderos ni con los indígenas, aunque llegara a excomulgar el gobernador de Mérida por un conflicto de jurisdicción. Escribe una doctrina cristiana en lengua maya que hace imprimir en la ciudad de México en 1575, de la que no queda copia alguna. Muere en Mérida en 1579 y allí es enterrado en la catedral. Sus restos volvieron a Cifuentes siglo y medio después. Juan Catalina García halla sus huesos en un pequeño sepulcro de la Iglesia parroquial del Salvador y allí serían destruidos al empezar en 1936 la Guerra Civil española.
La Relación de Fray Diego es importante pues no sólo cuenta el origen del nombre Yucatán, el descubrimiento y conquista por los españoles de esta península en el siglo XVI, sino que se detiene extensamente en la historia y leyendas de las tribus mayas que la habitan. Cuenta las primeras noticias de la gran civilización maya, extinguida en el siglo XV, a través de los relatos recogidos de los indígenas y da un panorama completo de lo que era el Yucatán y sus habitantes hacia 1560. Es una pena que la descripción de los símbolos de la escritura maya hecha por fray Diego no sea más extensa, pues (aunque de gran ayuda a los estudiosos de la mayística) no ha permitido el desciframiento de la misma.
Se pensaban perdidos todos los originales o las copias completas de la Relación, y sólo quedó una copia parcial en la Academia de la Historia de Madrid, descubierta y publicada en 1864. También había una copia manuscrita, guardada en una iglesia de Cifuentes, que desapareció misteriosamente y finalmente fue vendida por un anticuario a la Universidad de Harvard (Estados Unidos). Esta copia fue publicada por Alfred Tozzer en 1941, patrocinado por el museo Peabody de la Universidad de Harvard.
En nuestros tiempos con un pensamiento tan alejado del que había en el siglo XVI carece de sentido tanto denostar como excesivo el celo represor del paganismo de Fray Diego como el elevar a portento único la Relación de las Cosas del Yucatán por él escrita. Es uno de los pocos españoles que cuentan con una estatua en México, en la plaza mayor de Izamal.
Este texto es deudor de la Introducción escrita por D. Miguel Rivera Dorado a la edición que de la obra de Landa hizo Historia 16 en 1992 y que se regalaba a los lectores de esta publicación gracias al patrocinio de Caja de Madrid.

Autor de esta página: J.L. García de Paz +
Versión de 2 de Marzo de 2004.

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