El libro de Garcia Marquina que explica la peripecia de Camilo José Cela por la Alcarria 

Antonio PÉREZ

Editor, escritor, artista
Sigüenza (Guadalajara), 1934.



Breve semblanza personal

"Es el menor de 12 hermanos. En 1954 se matricula en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. Conoce a Francisco Mateos y frecuenta a Juan Antonio Gaya Nuño. Primeras visitas a Pío Baroja y Vicente Aleixandre. En 1954 publica su primer poema en la revista postista El pájaro de paja. En 1955 publica en Aldebarán. Recorre el río Duero a pie durante el mes de agosto. En 1956 visita a Hemingway en El Escorial. Un año después recorre el río Tajo y en Cuenca conoce a los pintores Manolo Millares y Antonio Saura. Este último hace un inventario de los primeros objetos que vió en su casa de Sigüenza. Viaje a París donde se instala definitivamente.

En 1959 publica "Verso sin pan, verso perdido". Viaje a Grecia e Italia y a la vuelta a París, ingresa en el PCE.

En 1961 se crea Ruedo Ibérico y dirige los premios de poesía y novela. Publica las antologías "España canta a Cuba" y "Versos para Antonio Machado" y "Episodios Nacionales", de Gabriel Celaya.

En 1966 trabaja en varias imprentas y como traductor. Tres años después empieza a trabajar en La joie de lire de François Maspero hasta su vuelta a España, que se produce en marzo de 1975. Se instala en Cuenca.

En 1978 crea la editorial Antojos con serigrafías de Antonio Saura y textos de José Miguel Ullán. En 1985, con julio Ollero y Antonio Saura dirige unas plaquettes con textos de Marcelo Cohen y Juan Marsé. En 1992 expone en Cuenca catorce libros de la editorial Antojos. Entre los años 1994 y 1997 expone en diferentes lugares "El Objeto Encontrado".

(de la obra "Castellanos sin Mancha. Exiliados castellano-manchegos tras la Guerra Civil". Coordinador, Juan Antonio Díaz. Editorial Celeste, Biblioteca Añil, Madrid, 1999)

Antonio Pérez visto por Juan Marsé

He aquí un rostro notable por su exceso, por su generosidad expresiva y la contundencia apacible de sus rasgos. El mentón recto apunta lejos: diríase que esta cara cultiva una risueña vocación de mascarón de proa, un empuje epicúreo que gusta de afrontar vientos y husmear lejanías. París bajo la lluvia, hace años, todo es borroso y gris a lo largo del Boulevard Saint Germain, menos Antonio que avanza entre la gente con su intrépida zancada, la bufanda roja flotando al viento y los bolsillos de la gabardina rebosantes de libros; el rostro va muy por delante del cuerpo y sugiere una relación visceral con la lluvia y el viento y con los mitos personales, con la impaciencia de vivir o con eso que solemos llamar el ideal de futuro y de belleza (o tal vez simplemente con algo que le espera a la vuelta de la esquina, el encuentro fortuito con algo cuya singularidad él sabrá apreciar y preservar del deterioro o el olvido, ya sea un grabado, un cartel, un libro, postal, pegatina, libreta, calendario, juguete o cosa).

Coleccionista de amigos y cosas singulares, llamado también el Anda-ríos por haberse pateado largas tiras de la piel de España siguiendo el curso de los ríos con la mochila a la espalda, cuando le conocí en París en el año 1961, ahora no recuerdo cómo ni dónde, seguramente en la calle (siempre me lo encontraba casualmente en alguna calle del barrio latino), o sería tal vez en la Librería Española de la rue de Seine, o en la de Robles de la rue Monsieur Le Prince, acaso en la terraza del Mabillon o en el self-service del Foyer des Etudiants, o en un cuartucho entrañable de la rue des Canettes (María y Aleix y Enric, de Gerona, dos botellas de Beaujolais y un Camembert y la sonrisa de Arlette). En cualquier caso, cuando le conocí trabajaba en Ediciones Ruedo Ibérico de Pepe Martínez, aún le veo corrigiendo pruebas o empaquetando ejemplares de El laberinto español, y más adelante se empleó a fondo y al fondo (subterráneo) de la librería La joie de lire, de Maspero. Siempre en París como en Cuenca, y lo mismo si está de paso en Madrid o en Barcelona, ha sabido preservar la soledad y su adición a callejear y a meter la nariz y el alma en exposiciones de pintura, encantes, museos, tascas y librerías.

Desprovisto de afectación, sus maneras son las de un tipo pistonudo, llano y precavido, abruptamente cortés, con cierta tendencia verbal al atolondramiento (su mente es más rápida que su lengua, -¡que ya es decir!-,sus emociones más complejas que los a menudo divertidos artefactos verbales que utiliza para expresarlas) y un entusiasmo por algunas formas de felicidad -una lectura, un dibujo, un volumen, un color- altamente contagioso.

A pesar de la grávida cabeza, o acaso precisamente por eso, tiene toda su persona, sobre todo en invierno, algo indefinible de duende de los bosques, y bien podría llevar un saco de sorpresas a la espalda y aromas de pino en sus pantalones de pana: en su voz persiste el musgo ambiguo de la infancia y cultiva la capacidad de encantamiento y una antigua disposición a la maravilla -la palabra maravilla es una de sus favoritas-, el talante zumbón y presto el desdén ante la falacia.

Distingo ahora entre la niebla invernal que sube del Sena y emborrona las farolas del Pont-Neuf, mientras cruzamos los dos e1 río y la noche hacia Rivoli y Les Halles, sus ojos de constipado crónico, su amplia sonrisa un tanto popeyesca y su zancada irreductible. Una noche como ésta, acompañándome a mi hotelucho de la rue Pont-Neuf, su intuición fulgurante me sopló al oído el apodo de un personaje de novela, El Pijoaparte. Amigo y cómplice de pintores, de Saura, de Bonifacio, de Gordillo, de Millares, le veo ahora en Cuenca cultivando el vasto jardín privado de la memoria y de la amistad, y esa fronda del arte concebido con amplitud de miras -pero con gusto selectivo: no busquéis en las paredes de su casa un Cuixart, por ejemplo, ni en los estantes de libros un Porcel. En una cabeza sólida, bien asentada sobre los hombros, el centro de gravedad de los rasgos faciales está, más que en la mirada, en la mente. Porque conozco algunos sueños de Antonio, porque he compartido con él unos cuantos -culturales, éticos, artísticos, gastronómicos y hasta alcohólicos- sé de donde proviene este equilibrio roqueño y alado a la vez, esta armonía personal entre la raíz y la fronda.

Juan Marsé

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Panel mantenido por A. Herrera Casado - Guadalajara
aache@eresmas.net - martes, 05 de agosto de 2003