Anguita

Anguita en el Ducado

Encontramos Anguita en el Ducado, la sierra que media entre Guadalajara y Soria, uno de los terrenos más altos y fríos de la meseta castellana.
Tiene su asiento este pueblo en ancho valle que va for­mando el Tajuña, sobre una rocosa e inclinada lastra, que va siendo lamida y horadada por el norte de dicho río, que junto a las casas del pueblo discurre, y forma una hoz de bellas perspectivas. En esta estrechura que atraviesa el Tajuña, estuvo situado antiguamente el pueblo, y la tradición le hace llamarse «cuevas de Lonzaga». Lo que sí parece indudable es que por aquí pasó el Cid en su camino de destierro desde Burgos a tierras de Valencia, y en las «Cuevas de Anguita» descansó una noche o algunos días. La zona de huertos, ala­medas y suaves ondulaciones por donde corre el Tajuña, estuvo indudablemente poblada desde tiempos prehistóricos.

Un dolmen prehistórico

A escasa distancia del pueblo se ha encontrado el Dolmen del Abadón, prueba palpable de ello, y es muy probable que nuevas investigaciones arqueológicas vengan a ampliar el horizonte de nuestros conocimientos sobre la primitiva pobla­ción de Anguita. Los restos de una torre vigía sobre el extremo de la lastra rocosa que vigila el paso estrecho del Tajuña son muestra de la importancia del enclave durante la Edad Media. Del antiguo pueblo de «las Cuevas», junto al río, queda también la huella de su iglesia románica, actual iglesia de San Pedro y que fue la primitiva parroquia, mostrando un interesante portada renacentista simple a mediodía, y una potente espadaña sobre el muro de poniente, ofreciendo un interior de claras líneas góticas.

Dos iglesias muy antiguas

En lo más alto del pueblo destaca la iglesia parroquial, que tiene todavía categoría de ermita, dedicada a Nuestra Señora de la Lastra, obra del siglo XVII, que muestra en su muro de poniente una elegante espadaña con tres vanos, un campanil superior y adornos laterales de pináculos. Su planta es de cruz latina, y el ábside muestra una gran ventana con cercos moldurados barrocos rematando en un escudo episcopal. En el muro sur aparece la portada, de arco semicircular, moldurada con senci­llez, protegida de un atrio formado por arcos semicirculares. Ante la entrada se abre un atrio descubierto, limitado por barbacana de sillería con grandes bolas a su entrada. En un extremo del pueblo se ve la ermita de la Soledad, con doble arquería semicircular de entrada.

Puentes y torres castilleras

Un puente antiguo, y otros más modernos, cruzan el río. Y acabamos por destacar en el patrimonio de Anguita la torre de las cigüeñas, un resto claro y muy alto de lo que sería una torre vigía sobre el hondo cauce del Tajuña.

El pueblo entero es un bello ejemplo de ordenación urbana de tipo rural, con amplia plaza mayor en la que des­taca un par de caserones con grandes y adovelados portones y gastados escudos nobiliarios sobre ellos. También muchos edi­ficios muestran en su fábrica de sillar y fuerte aparejo pétreo las huellas de un quehacer meticuloso y muy característico.

En el término de Anguita existen bellos paisajes de serranía, muy especialmente los que forman el río Tajuña en su camino hacia Luzaga, escoltado por inacabables y densos pinares, en los que se halla instalado el Campamento Juvenil «Amadís» que funciona durante el verano como una escuela de educación y respeto a la Naturaleza.

Prehistoria celtibérica

Anguita fue poblada, indudablemente, por pueblos celtíbe­ros, y su paso estrecho sobre el Tajuña fue lugar de vigilancia y defensa. Tras la reconquista, quedó incluida en el alfoz o Común de Villa y Tierra de Medinaceli, para tras el siglo XV reconocer en señorío a los de la familia la Cerda, y así formar en el llamado ducado de Medinaceli, de cuyas sierras es uno de los más importantes núcleos de habitación.

Sus gentes se dedicaron en los últimos siglos a los cuidados del pinar, a la labranza de secano y huerta, y a tareas industriales de la lana, pues aquí hubo importante batán que trataba grandes canti­dades de la lana de las ovejas de Molina, quedando luego una tradición referida a los telares y fabricación de tejidos de todo tipo, que en estos últimos años se ha visto confirmada con la creación y puesta en marcha de un taller en el que las jóvenes del pueblo se dedican a la manufactura de tapices, alfombras, etc.

También en Anguita existió durante los dos últimos siglos una recia tradición de alfarería, trabajando en tejas durante el verano y en cacharros diversos durante el invierno. De sus alfares salieron numerosas piezas (asaderas, botijas, barreños, bebederos, caloríferos para calentar camas, jarros, morteros y muchos cacharros para recoger la resina en los pinares cercanos) que aún pueden encontrar los buenos coleccionistas.

Costumbres ancestrales

Muy rico fue el folclore de Anguita en el Ducado. Sus fiestas de Carna­val, de origen pagano, se celebran los tres días antes del miércoles de ceniza. Las gentes del pueblo se disfrazan, y por las calles salía la vaquilla, individuo vestido con traje de multicolores retales, con un gran cinto del que colgaban esquilas de oveja, que recorría el pueblo dando saltos y asustando a los chiqui­llos.

También las fiestas de los mayos eran muy celebradas: los mozos del pueblo se sorteaban a las mozas, lo que daba ocasión a peleas, pues lógicamente se intentaba hacer tram­pas. De este modo se emparejaban para pasear. La chica (maya) regalaba al mozo (mayo) un rosco de harina que ella misma había preparado, y él le daba un regalo (un vestido, unos pendientes o quizás un ramo de flores).

Las rondas noc­turnas de los mozos hacían sonar por el pueblo los mayos o coplas a las chicas. Las fiestas patronales se hacen el primer domingo de octubre, y son en honor de la Virgen de la Lastra que se apareció a un pastor en un lugar rocoso denominado así: la Lastra. Durante el verano, las autoridades del pueblo van de casa en casa pidiendo lana, y en septiembre recogen los frutos mejores del campo, entregados por los vecinos.

En octubre se hacen las almonedas o subasta de estos objetos en el Ayuntamiento, entregando todo el dinero obtenido para el culto de la Virgen. Es muy popular la gran hoguera que en el cantón (cruce de cuatro calles) hacen los mozos en honor de la Virgen.

Maravillas naturales

Muchos viajan hasta Anguita solo por disfrutar de sus maravillas naturales. Además del gran “valle de romanos” que se extiende a sus pies, donde se alzan los restos del campamento romano, deben visitarse las hoces que junto al pueblo hace el río Tajuña, con cuevas donde dicen que paró el Cid en su camino de Burgos a Valencia.

Además, por el resto del término, se pueden encontrar espectaculares zonas de roquedales, bosques densamente poblados de robles, cuevas y praderas verdes todo el año. Un destino muy seguro, Anguita en el Ducado, para planear una buena excursión.