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Castillo de Almansa
 sobre la villa y las rocas.

Almansa. Castillo

Para quien quiera que camine por la carretera que desde Albacete se dirige a Murcia y Alicante, la mole del castillo de Almansa, como un varado navío en medio de los resecos campos, aparece enristrado de orgullo y belleza. Su frente se alza, de piedra, sobre el caserío sosegado, y el sonido de la roca en que se apoya nos evoca fácilmente la historia de la fortaleza, una de las más bellas de toda Castilla‑La Mancha.

Es su origen remoto como el de la mayoría de los castillos de nuestra tierra. Los romanos tuvieron en la cumbre del cerro una torre que todavía en el siglo XVII, según nos cuenta Ceán Bermúdez en el Sumario de las antigüedades romanas de Es­paña, podía verse con nitidez. Después, muchos siglos después, fueron los árabes quienes la ocuparon y mejoraron: era la Almanxa de las crónicas árabes, lugar ya por entonces fronterizo entre taifas, y que más tarde acusó ese carácter con la pertenencia a los reinos cristianos.

Tras la reconquista de la villa y comarca, pasó a pertenecer a la Orden de los Templarios, saliendo de la misma para volver a la Corona castellana en 1310. Antes de esa fecha, concretamente en 1248, y en el salón de Consejos de la fortaleza, el rey Jaime I de Aragón y el infante de Castilla Don Alfonso, su yerno, declararon a Almansa como límite concreto entre Murcia y Valencia. También por entonces pasó a ser considerada como puerta entre Valencia y Castilla. Esa función de frontera marcaría siempre la historia de la villa y su castillo, siendo disputado en numerosas ocasiones por uno y otro reino, o por uno y otro de sus nobles más representativos.

Perteneció, desde los inicios del siglo XIV, al infante don Juan Manuel, uno de los señores feudales más aficionados a coleccionar castillos. Aquí se coaligó, en 1328, el citado infante con el Rey de Aragón para atacar Castilla. Y en 1341, aproximadamente, fue cuando al compás de diversas medidas repobladoras, inició la construcción del castillo con el mismo aspecto o estructura con que hoy le vemos. fue Enrique III, a finales de la XIV centuria, quien de manera efectiva cobró la fortaleza para la Corona. Pero un nuevo y poderoso magnate se haría en el siguiente siglo con el poder de la meseta: don Juan Pacheco, marqués de Villena, heredero por diversas artes de los bienes de don Juan Manuel, se hizo con la posesión de Almansa.

Durante las guerras civiles del siglo XV, los Reyes Católicos premiaron la fidelidad de la villa y su fortaleza, con la entrega de un privilegio que impediría en adelante su enajena­ción de la Corona. Ello fue por haber permanecido afín a los monarcas, frente a la Beltraneja y sus partidarios, a pesar de seguir perteneciendo al marqués de Villena. El rey Felipe IV, en 1640, la concedió los títulos de Muy Noble y Muy Leal, y en los comienzos del siglo XVIII, tras la batalla que lleva su nombre, celebrada el 25 de abril de 1707, en la que fueron victoriosas las fuerzas de Felipe V comandadas por el duque de Berwick, éste le añadió el título de Fidelísima, por su apoyo a la causa hispánica que representaba el Borbón.Después de tanta batalla, de tanto suceso bélico y tanta reforma, los modernos tiempos olvidaron a este hermoso surtidor de almenas, y el castillo de Almansa fue siendo vencido del tiempo y los elementos, arruinándose progresivamente hasta hacer pensar al alcalde de la población, en 1919, en que lo más seguro y saludable para todos sería la demolición completa del edificio. La Academia de la Historia, a instancias de la administración central, elaboró un informe que fue encargado al docto investigador don José Ramón Mélida, quien tras el detenido análisis de las ruinas vino a apoyar no sólo su salvaguarda, sino la necesidad y conveniencia de su restauración. En 1921 era declarado "Tesoro Artístico Nacional", y poco después se iniciaba su arreglo que a lo largo de los últimos años se ha consumado, mostrando hoy en toda su gracia y belleza la estampa primitiva que los siglos medievales le concedieron.

 

Descripción

 

Dispuesto sobre el agudo cerro rocoso que domina la población, rodeado de un bosquecillo y de algunas manzanas de casas, el castillo de Almansa ofrece una estampa de reto y fiere­za, no exenta de belleza plástica que fácilmente evoca la época medieval en que fue construido.

Tiene unas dimensiones de 91,5 mts. de longitud, por unos 30,5 de anchura. Toda su obra es de sillería. Sus estructuras concéntricas se disponen siguiendo los desniveles del roque­dal. Y así muestra fundamentalmente un recinto externo que, formado por densos muros de mampostería, rematados por torreones semicilíndricos adosados en las esquinas, y coronados por almena­ dos adarves, va adaptándose de forma irregular a la forma de la peana rocosa, ofreciendo por el norte un camino de acceso a la fortaleza, que va protegido por fuerte murallón y torreón delantero.

El cuerpo principal del castillo, subido en lo más alto de la roca, consta de un cuerpo alargado, extendido sobre la aguda eminencia del apoyo pétreo. Este cuerpo presenta en su parte central la magnífica torre del homenaje, a la que se accede por sendas puertas que la penetran en su base desde los adarves del cuerpo principal. Estos están almenados, lo mismo que el remate de la torre, a cuya altura puede subirse desde el interior de la torre por medio de la correspondiente escalera.

En años recientes, el castillo de Almansa ha recibido una muy adecuada restauración, que le ha devuelto en gran parte su antigua estructura, y le ha rescatado la belleza de su perfil almenado. Sus grandes algibes, que fueron cegados por los sucesivos derribos, han vuelto a ser descubiertos. Durante las obras referidas, en 1952, se descubrió una bonita escalera de estilo gótico, tallada en la misma roca, y que daba acceso a la torre del homenaje.

 

Sugerencias para la visita

 

Habitualmente, el castillo de Almansa no está abierto para la visita. Como se trata de un bien municipal, puede el viajero dirigirse al Ayuntamiento, donde le facilitarán información, y la forma y horario en que la fortaleza puede visitarse. En cualquier caso, este paseo interno, muy interesante, debe realizarse con un guía que va abriendo las puertas correspondientes. No olvidar contemplarle en todas sus posturas, desde el exterior, donde, de forma cómoda, ofrece sus perspectivas medie­ vales más sugerentes.

Los textos y fotos de este web site pertenecen a la obra Castillos y Fortalezas de Castilla-la Mancha. de Antonio Herrera Casado, editado por AACHE Ediciones. 2007. Colección "Tierra de Castilla-La Mancha", 1.
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