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![]() Chinchilla de Montearagón. Castillo
La reconquista a los árabes de este punto crucial en el dominio de la meseta manchega fue llevada a cabo por el reino de Aragón. Durante el siglo XII y parte del siguiente, fue disputada y poseída alternativamente por Aragón y Castilla. Quedó definitivamente en poder de Alfonso X, quien apoyó la repoblación entregando importantes privilegios a la población. Después pasó al infante don Manuel, hijo de Fernando III, y más tarde a don Juan Manuel, el coleccionista de castillos, dueño y señor de buena parte de las fortalezas manchegas, y aun más tarde a don Alfonso, hijo del infante don Pedro de Aragón, marqués de Villena. En la casa marquesal de Villena permaneció larguísima temporada, constituyendo uno de los fuertes bastiones de su ancho señorío territorial. A partir del siglo XV, y concretamente de 1422 en que Juan II concede a Chinchilla el título de ciudad, conoce la población un enorme florecimiento, haciéndose nudo de comunicaciones, parada de caminantes y emporio de comercio. Juan Pacheco, marqués de Villena, el valido de Enrique IV, adquiere la fortaleza en 1449, y a partir de entonces reconstruye los ya desmochados restos de su antigua fortaleza, alzando de nuevo un importante castillo, cuya estructura es más o menos la que hasta hoy nos ha llegado. Sus escudos de armas quedaron presidiendo las torres de entrada, pregonando hasta hoy el nombre de su reconstructor y medieval dueño. Fue en el siglo XV que el castillo de Chinchilla conoció los episodios más guerreros de su historia. Precisamente el haber sido ese siglo, gobernado de monarcas débiles, y atenazada la corona por las presiones constantes de una nobleza levantisca y poderosa, cuando remató su construcción esta fortaleza, hizo que fuera codiciada de muchos. Tras la muerte del maestre de Santiago don Juan Pacheco, su hijo Diego López hubo de defender el castillo, en 1479, contra las apetencias del rey de Aragón. Y poco antes, en 1477, los defensores de la fortaleza hubieron de sufrir un importante revés, al ser derrotados por las fuerzas leales a Isabel la Católica, que ayudadas por la población de Chinchilla, lograron tomar el fuerte. Tras la llegada al trono de Castilla de Isabel I, y unificada la Península bajo ella y su esposo Fernando de Aragón, el castillo de Chinchilla sirvió de penal, y en él fue alojado a finales del siglo XV César Borgia, quien aquí protagonizó otra de sus famosas aventuras e intentos de evasión, al tratar, en lucha cuerpo a cuerpo, de arrojar al foso al alcaide Gabriel de Guzmán, sin percatarse de la fuerza extraordinaria de éste, que finalmente le redujo. Chinchilla fue, a partir de entonces, y muy especialmente desde 1605, utilizado como penal durante siglos. Todavía registran los anales históricos algunos hechos bélicos localizados en Chinchilla: así, en los albores del siglo XVIII, cuando la Guerra de Sucesión al trono de España, que fue en realidad la primera gran Guerra Europea, y en los preliminares de la batalla de Almansa, el castillo de Chinchilla fue ocupado por el general portugués marqués de las Minas y por el duque de Berwick. Anteriormente, lo habían ocupado las tropas del archiduque Carlos, pero lo dejaron abandonado al acercarse las tropas borbónicas. También en la Guerra de la Independencia el general francés Drouet intentó su conquista, y finalmente en 1810 fue reparado, aunque desvirtuado notablemente en cuanto a su aspecto primitivo, por el comandante de Ingenieros Juan Antonio Cearra, quien destruyó todo el almenaje del edificio, construyendo en su interior una capilla con la advocación de la Virgen del Carmen. Todavía en 1822, y tras haber sufrido nuevamente el acoso de los franceses, el oficial de Ingenieros Herrera levantó en su interior diversos edificios añadidos, como almacenes, cocina y horno. fue entonces que el aljibe de una de las torres de la entrada fue transformado en almacén de pólvora. Y aún más tarde, entre 1836 y 1837, el comandante Tomás Enguídanos y el teniente Francisco Sánchez reforzaron y mejoraron el castillo que, de todos modos, continuó sirviendo de penal militar.
Descripción
Todavía quedan en la ciudad de Chinchilla restos evidentes de su antigua muralla, que la fortificaba desde el siglo XV. El conjunto urbano, al menos el primitivo, se encuentra situado en una favorable situación estratégica sobre el cerro que otea las amplias llanuras de la Mancha, en la comarca que se denomina de Los Llanos. Aparte de la maravilla de su plaza mayor, de su edificio concejil, y muy especialmente de la iglesia de Santa María del Salvador, la ciudad ofrece muy bien conservado el ambiente medieval en sus cuestudas calles cuajadas de casonas con escudos heráldicos, y, a trechos, vénse aún los restos de la muralla que la cercó por completo en el mencionado siglo XV. La edificación de este castillo, en lo que fue construido por el marqués de Villena, es anterior a 1467, pues fue en esa época cuando adoptó el título de Maestre de Santiago, y en los escudos de armas de este personaje que ornan los muros de la fortaleza, no aparecen las insignias propias de la Orden, en especial la Cruz santiaguista que después de esa fecha siempre puso en sus emblemas. Puesto en lo más alto del cerro que domina la población, el castillo de Chinchilla acentúa su fiero carácter por el enorme foso, realmente espectacular, de que se cerca. Este foso está tallado artificialmente en la roca, y presenta una anchura de diez metros, y una profundidad de seis, lo cual le concede, repetimos, una grandiosidad inusual. Las cortinas de la fortaleza están elevadas directamente a pico sobre el borde del foso, acentuando así su carácter de inexpugnabilidad. Presenta este foso un cerramiento externo de cara a la villa, en su costado occidental, y en él existió antiguamente un postigo ahora cegado. La entrada principal la tiene por este mismo lado, y se realiza a base de un puente que salta sobre el foso y penetra a la fortaleza a través de un portón adovelado de arco semicircular. Este portón se defiende de sendos torreones circulares en cuya altura aparecen los escudos de armas de don Juan Pacheco. Se rematan en molduras, lo mismo que el resto del recinto, que hoy tiene perdido su almenaje primitivo. Este puente de acceso, era primitivamente levadizo, de madera, y se apoyaba en su parte central en un machón o gran pilar puesto sobre el foso. El recinto del castillo, ya lo hemos visto, consiste en un recinto cerrado de muros de mampostería apenas rotos por alguna mínima saetera, y con sendas torres cilíndricas en las esquinas. Antiguamente tuvo su torre del homenaje, adosada al muro de poniente, de buena altura, paredes muy gruesas, de más de 5 metros de espesor, y sillar labrado. Pero, al igual que todas las construcciones de su interior, desapareció con el paso de los siglos. Aún hoy pueden verse mínimos restos de algunas atalayas o fragmentos del recinto externo que por la cuesta que domina el pueblo se alzaron en siglos pasados. En el interior del recinto, como hemos dicho, se construyó sin orden ni concierto. Interminables reformas hicieron que los pabellones para servir de cuartel y de prisión fueran dando un tono inexpresivo al edificio, que, finalmente, hoy está siendo recuperado y restaurado convenientemente.
Sugerencias para la visita Puede subirse cómodamente en automóvil hasta practica mente la altura misma del castillo. Una vez allí, merece la pena admirar la grandiosidad del foso, y la extraordinaria posición fortificada que, si bien artificialmente, procuraba este castillo en el que el infante Juan Manuel y luego Pacheco pusieron su fuerza y su rebeldía. Atravesar el puente de fábrica que cruzando el foso permite la entrada al recinto, y observar en este la potencia de los muros, aunque ningún otro detalle de especial interés queda en su interior. Los textos y fotos de este web site pertenecen a la obra
Castillos y Fortalezas de
Castilla-la Mancha. de Antonio
Herrera Casado, editado por AACHE Ediciones. 2007. Colección "Tierra de
Castilla-La Mancha", 1. © AACHE Ediciones - actualizado a lunes, 04 de diciembre de 2006 |