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![]() Puebla de Almenara. Castillo mendocino
Este castillo de Almenara tiene su origen perdido en la leyenda. Dicen las consejas populares que lo fundó el caballero castellano Alvar Fáñez de Minaya, a quien en toda la comarca de Alcarria y norte de la Mancha se tuvo siempre como un héroe legendario conquistador de tierras, villas y castillos. Es muy posible que en época árabe, ya existiera una torre o pequeña fortaleza vigilante en su emplazamiento, pero es indudable que la actual edificación fue construida tras la toma del territorio por Alfonso VIII, a finales del siglo XII, y posiblemente sería la Orden militar de Santiago, propietaria desde muy pronto de toda la comarca circundante, la que se encargara de construir este magnífico bastión guerrero. A mediados del siglo XIV estaba en poder del infante don Juan Manuel, que como ya es sabido fue señor de numerosos castillos extendidos por toda España, de tal modo que era capaz de viajar desde Navarra hasta Murcia, pernoctando siempre en algún edificio de su propiedad. Este magnate, dueño también del territorio circundante, dio en esa época una carta‑puebla con posibilidad de repoblar una localidad que surgió en la parte baja del valle, y que denominó La Puebla de Almenara. Trátase del actual pueblo, en la carretera, quedando entonces el castillo aislado, y progresivamente abandonado. En el siglo XV, aparece como propietario de la fortaleza un tal Juan de Heredia, a quien en 1487 se lo compró don Pedro González de Mendoza, "Gran Cardenal de España". Posiblemente en esta época inició su construcción tal como hoy lo vemos, pues indudablemente los restos actuales pertenecen en su inmensa mayor parte y general estructura a la segunda mitad del siglo XV. Es más, sobre una de las torres del edificio, aparece un escudo con las armas de Mendoza, que evoca la figura de esta familia como constructora del recinto. Es posible, incluso, pensar en Juan de Zamora, artífice material y maestro de obras del castillo de Iscar en Valladolid, como responsable de la construcción de la fortaleza de Almenara, pues en ambos edificios se utilizan exactamente las mismas soluciones arquitectónicas. En el siglo XVI, en su segunda mitad, aparece como propietaria del castillo de Almenara la princesa de Éboli, doña Ana de Mendoza y de la Cerda, señora también junto a su marido Ruy Gomez de Silva, de Pastrana, Sayatón, Escopete y otros lugares de la Alcarria. Lo había heredado de su padre el conde de Mélito, hijo segundo del Cardenal Mendoza. Descripción A pesar del estado de ruina en que actualmente se encuentra la que fue gran fortaleza de Almenara, aún reúne los suficientes elementos para observar con amplitud la estructura y detalles de lo que todo un castillo medieval era: en la altura del cerro, sobre el pico de unos serrijones cubiertos de bosquecillos de encinas, aparece el conjunto de los dos recintos que tenía el castillo. Es interesante recordar aquí la descripción que de estas ruinas hacían en 1578 los vecinos de La Puebla de Almenara, y que, a pesar de su sencillez, vienen a poner ante nuestra imaginación la grandiosidad de este edificio, que aún por entonces, y a pesar de estar totalmente aislado en medio del campo, constituía toda una fortaleza de respeto. Decían así: ...la dicha villa tiene una fortaleza, que se dice el Castillo de Almenara, que está en la Sierra Jarameña en un cerro alto, que está entre el término de la dicha villa y el de la de Villamayor, que es de la Orden de Santiago, que tiene tres puertas principales. La primera está en la primera cerca, hacia poniente; y la otra junto al rebellín; y la otra en el cuerpo de la fortaleza. Y hay una cerca que tiene seis cubos, y la dicha cerca diez pies de ancho. Item, tiene unos sótanos antes de llegar al patín a la redonda del alxibe, que son caballerizas, que podrán estar en éllas cien caballos, y sus portales y zaguán. Item, tiene la dicha fortaleza un patio enlosado y en medio de él un alxibe de agua, que tiene el patín a la redonda cien pasos, y el alxibe con mucha agua y buena, con ocho lumbreras de hierro y sus cerraduras, y corredores arriba. Item, hay una sala que se dice la Guardarropa de arriba, que tiene muchas piezas y rodelas y escopetas y tiros pequeños de campo, y ballestas, y tiene la dicha sala dos ventanas con sus rejas. Hay otra sala, que se dice la Guardarropa de Abaxo, que tiene algunas corzas y armas viejas, y en ella hay una tahona, y tiene dos puertas y una ventana con reja grande. Item, hay treinta y cuatro aposentos altos y baxos en la dicha fortaleza. Item, una ronda en la dicha fortaleza, que tiene ciento y cinquenta y seis pasos, y doce ventanas, y cuatro aposentos y una campana, y una torre que se dice del Homenaje. Item, tiene la dicha fortaleza veinte rejas grandes de hierro a la redonda de la fortaleza. Item, cuatro tiros, los dos grandes y los dos pequeños, de hierro. Item, hay siete chimeneas en los aposentos, y está en un cerro armada sobre piedra. Sorprende a cuantos lean esta relación, y hoy visiten Almenara, la destrucción que el paso de los últimos cuatro siglos ha impreso sobre lo que aun en 1578 era toda una maravillosa fortaleza medieval bien conservada. Efectivamente, nos encontramos con que fundamentalmente presenta dos recintos concéntricos. Se alarga la fortaleza de norte a sur, y se amoldan sus construcciones diversas a las irregularidades del terreno, especialmente escarpado por el poniente. El recinto externo es casi lo mejor conservado. Encontramos en la parte sur un fuerte mural en el que sobresalen algunas torres, especialmente llamativa la de planta pentagonal que remata el extremo meridional de la fortaleza. En el extremo noreste de esta cortina, aparece una torre fuerte rematada en sus ángulos con refuerzos cilíndricos, en la que aparece la entrada, dispuesta en zig‑zag. Todavía otra fuerte torre de planta circular defiende a Almenara en su extremo norte, siguiendo por el costado de poniente el recinto externo, aquí más débil por estar rematando una fuerte escarpadura de muy difícil acceso. Este costado es especialmente interesante, por la variedad de perfiles que consigue, al ir alternando pequeños salientes y torreones cilíndricos y triangulares, que en la distancia le confieren un valor estético indudable. Este fuerte recinto externo descrito, auténtico bastión defensivo, encierra en su interior al castillo propiamente dicho. Este es una construcción muy irregular, en la que indudablemente aparecen algunos fragmentos de muro, en su costado occidental, de aparejo antiguo y que demuestran haber sido ésta una fortaleza muy remota en su construcción, incluso posiblemente árabe. Sobre ella, como hemos dicho, el Cardenal Mendoza a finales del siglo XV levantaría la construcción aun existente. Al recinto interno se accede a través de una abertura amplia en el muro de lo que viene a ser un patio o recinto previo situado al sur del cuerpo central del castillo. En éste, muy derruido, sobresalen por el costado de poniente dos torreones de planta semicircular, y en el interior, los mínimos restos de habitaciones, caballerizas, y bajo el patio central un amplio aljibe, revestidas sus paredes de una sustancia impermeable de antiguo origen. En definitiva, y a pesar de la silueta grandiosa de esta fortaleza de Almenara, está muy destruida en su conjunto, y perdidas muchas referencias de lo que fuera en su origen. Merece, sin embargo, la visita, pues pocas veces es dado al viajero contemplar, aisladas en pleno campo castellano, unas ruinas de tan magnífico aspecto como estas, que revelan el esfuerzo y la atención que a sus constructores supuso. Es, en todo caso, un bello ejemplar de castillo castellano‑manchego, elocuente resto de un modo de vida y de lucha en el Medievo. Sugerencias para la visita Conviene llegar a la localidad de La Puebla de Almenara, en la carretera que conduce de Belmonte a Villarubio, en la provincia de Cuenca, y allí dejar el automóvil para iniciar la excursión a pie hasta las ruinas del castillo, que son perfectamente visibles, y distantes no más de dos kilómetros, lo que en un día de condiciones climatológicas favorables, se hace descansadamente y sin apuros. Pueden los atrevidos o dotados de automóviles "todo‑terreno", acercarse sobre ruedas, por un camino existente, hasta los mismos pies de la fortaleza. Pero en cualquier caso el recorrido a pie es confortante y, de seguro, inolvidable. La visita del castillo propiamente dicho es fácil, dado su estado ruinoso, y las diversas aberturas que en sus muros presenta. Los textos y fotos de este web site pertenecen a la obra
Castillos y Fortalezas de
Castilla-la Mancha. de Antonio
Herrera Casado, editado por AACHE Ediciones. 2007. Colección "Tierra de
Castilla-La Mancha", 1. © AACHE Ediciones - actualizado a miércoles, 06 de diciembre de 2006 |