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Detalle de los muros y la torre del homenaje del castillo de Torija.

Torija. El castillo museo.

La aparición de la fortaleza de Torija enredada entre las frondas del vallejo en que se deshace la meseta de la Alcarria, resulta siempre de un agradable efecto, pues el airoso aspecto de un castillo plenamente medieval, escoltado del caserío, ofrece la evocación de remotas edades y concita al viajero a detenerse y recordar su larga e interesante historia.

El nombre del lugar, Torija, procede de la palabra latina turrícula, o torrecilla. Fue, desde tiempos de los roma­nos, lugar de vigilancia de un camino que a lo largo de los siglos se ha mostrado fundamental en la comunicación entre dos regiones netamente definidas como Aragón y Castilla. Con ese carácter de pequeña torre de vigía, puesta al borde de la meseta sobre el barranco caminero, permaneció siglos. Tras la reconquista de la zona por Alfonso VI en 1085, dice la leyenda que tuvo la posesión de Torija la Orden de los Templarios, quienes aquí instalaron convento y mejoraron algo la fortaleza.

En el siglo XIII, el rey castellano Alfonso XI entrega el lugar a don Alonso Fernández Coronel, uno de los valerosos capitanes que actuaron en la batalla del Salado. Ajusticiado este caballero por orden de Pedro I el Cruel, hizo que pasara a posesionarse de Torija don Iñigo López de Orozco, gran magnate de la Alcarria hacia la mitad del siglo XIV. Su participación en la guerra civil entre el pretendiente Enrique de Trastamara y el rey don Pedro I, hizo que éste, en 1369, y al acabar la batalla de Nájera en la que obtuvo el triunfo, diera muerte por su propia mano a López de Orozco. La victoria de don Enrique, apoyado entre otros muchos por los miembros de la ya fuerte casa de Mendoza, hizo al nuevo rey entregar Torija en premio a don Pedro González de Mendoza. En 1380, figura Torija en el mayorazgo que este magnate funda a favor de su hijo don Diego Hurtado, futuro almirante de Castilla.

Pero en el reinado de Juan I, y ante las continuas demandas de su derecho, pasó nuevamente castillo y lugar a la casa de los Coronel, en la persona de doña María Coronel, hija del primero de sus dueños. Ya en el siglo XV don Fernando el de Antequera, regente de Castilla, donó Torija a su copero mayor Pedro Núñez de Guzmán, de quien pasó a su hijo Gonzalo de Guzmán, conde de Gelves.

En 1445, los inquietos infantes de Aragón, primos del rey Juan II de Castilla y poderosísimos señores feudales en este reino, se apoderaron ilegalmente de Torija y de su fortaleza, haciendo la guerra desde él a otros lugares importantes de la Alcarria, llegando a sitiar Brihuega, y a bajar amenazantes hasta el mismo Alamín de Guadalajara. Juan de Puelles, criado del rey de Navarra, capitán del ejército de los revoltosos infantes, defendió el castillo cuando fue atacado por el arzobispo toledano Alfonso Carrillo y el marqués de Santillana, Iñigo López de Mendoza. Los ejércitos de ambos señores mantuvieron un cerco de varios años, tras los cuales se rindió honrosamente el navarro, en 1452.

La fortaleza y la villa, dadas por el Rey al arzobispo en derecho de conquista, fueron trocadas con el marqués de Santillana, quien dio al eclesiástico su villa de Alcobendas. Así pasó a la casa de Mendoza, donde en la línea de segundones, permanece­ ría varios siglos. Don Iñigo dejó la villa de Torija, en herencia a su hijo (cuarto) don Lorenzo Suárez de Figueroa, a quien el rey Enrique IV dio los títulos de conde de Coruña y vizconde de Torija. Fundó en su hijo don Bernardino de Mendoza un mayorazgo que incluía sus títulos y la villa de Torija y su castillo‑fortaleza. Esta estirpe mendocina, aunque habitualmente residió en Guadalajara y posteriormente en Madrid, mantuvo siempre un gran cariño por su castillo alcarreño, manteniendo un alcaide a su cuidado.

Todavía en 1810, sufrió un avatar histórico la fortaleza que supuso su ruina y casi total hundimiento. En ese año, encendida con máximo ardor la Guerra de la Independencia contra los franceses, el guerrillero castellano Juan Martín el Empecinado lo dinamitó para evitar que pudiera ser utilizado por el enemigo. La restauración de la Dirección General de Bellas Artes en los años sesenta y de la Diputación de Guadalajara más recientemente, ha posibilitado la recuperación de la antigua prestancia y carácter de esta fortaleza, que hoy luce entre las más bonitas de nuestra región.   

Descripción

Como hemos visto, la antigua fortaleza torijana sufrió en el siglo pasado tal agresión que vino a quedar en ruina muy avanzada. Sobre ella pasaron otros cien años de abandono e incluso de aprovechamiento de sus piedras para construcciones en el pueblo, de modo que hacia los años sesenta de este siglo, solo quedaba del castillo de Torija un boceto borroso de lo que había sido. La Dirección General de Bellas Artes, inició por entonces una restauración meticulosa y muy bien llevada, que devolvió al edificio gran parte de su antigua prestancia. La adecuación del edificio recientemente, por parte de la Diputación de Guadalajara, con vistas a dedicarle para actos culturales al aire libre, ha terminado de recuperar esta fortaleza castellana para el disfrute de cuantos gustan de estos restos fosilizados de la historia.

Apoya el castillo de Torija en el borde de la meseta alcarreña, justo en un lugar en el que se inicia la caída hacia el valle, dominando el camino y una fuente amplia. Es de planta cuadrada, con torreones esquineros de planta circular. Construido todo él con sillarejo trabado muy fuerte, muestra en el comedio de los muros unos garitones apoyados sobre círculos en degradación. Las cortinas laterales se rematan en una airosa cornisa amatacanada, formada por tres niveles de mensuladas arquerías, hueca la más saliente, que sostenía el adarve almenado, del que solo algunos elementos se nos ofrecen hoy a la vista.

También los torreones esquineros ofrecen en parte su cornisa amatacanada, aunque ya desprovistos del almenaje que en su día tuvieran. Algunos ventanales de remate semicircular aparecen trepanando los severos muros.

La gran Torre del Homenaje es el elemento que concede un carácter más peculiar al castillo torijano. Alzase en el ángulo oriental, como un apéndice de la fortaleza, con la que sólo tiene en común el cubo circular de ese ángulo, a través del cual se penetra en la referida torre. Es de gran altura, muros apenas perforados por escasos vanos, y unos torreoncillos muy delgados adosados en las esquinas, que en las meridionales son apenas garitones apoyados en circulares basamentos volados. Se remata la altura de esta torre con una cornisa amatacanada forma­ da también de tres órdenes de arquillos, y sobre ella aparece el adarve del que apenas quedan algunas almenas. Al comedio de sus muros aparecen garitones, y la cornisa también continúa sobre las torrecillas esquineras.

El interior de esta Torre del Homenaje muestra hoy todos sus pisos primitivos. Desde el patio y a través de una estrecha puerta se penetra a la sala baja, comunicada solamente por un orificio cuadrado en su bóveda. Haría de sala de guardia. Al primer piso se accedía desde la altura del adarve. La última sala remata con bóveda muy fuerte, de sillería, en forma de cúpula. Sobre ella asienta la terraza. Una escalera de caracol embutida en el muro comunicaba unos pisos con otros.

El interior del castillo de Torija está hoy totalmente vacío. Tendría primitivamente construcciones adosadas a los muros, dejando un patio central. Todo ello ha desaparecido, y hoy se utiliza como recinto abierto y despejado para actos culturales al aire libre.

La fortaleza de Torija tenía, y todavía se ven algunos restos, un recinto exterior o barbacana de no excesiva altura, que seguía el mismo trazado que el castillo propiamente dicho. En la parte norte, que da sobre la plaza, al ser más llana y por lo tanto más fácilmente atacable, estaba dotado de un foso por fuera de dicha barbacana, que recientemente se ha excavado. La entrada a la fortaleza se hacía por esta cara norte, atravesando el foso por medio de un puente levadizo que, cayendo desde la entrada del recinto exterior, apoyaba sobre sendos machones de piedra puestos al otro lado de la cava.

El ingreso al interior del castillo no estaba, sin embargo, donde hoy se ha abierto la puerta. La estructura defensiva de estos elementos guerreros, obligaba a realizar un recorrido por el camino de ronda, y hacer la entrada por otra de las cortinas del mismo. En el caso de Torija, es muy posible que esta entrada estuviera sobre el muro meridional, el que da al valle, donde siempre ha habido una pequeña puerta practicable.

Todavía una muralla de no excesiva altura se extendía, sobre el flanco del valle, rodeando la meseta y reforzando la defensa del pueblo. De esa antigua muralla se ven restos y un valiente cubo de refuerzo sobre la misma carretera que va contorneando a la villa. En cualquier caso, y gracias al cuidado que en los últimos años ha recibido este hermoso castillo, Torija es hoy uno de los exponentes más fieles y bellos de la arquitectura militar medieval en Castilla‑La Mancha.   

Sugerencias para la visita

Desde el exterior, no existen problemas para contemplar, en todo su perímetro, la fortaleza torijana. En cuanto al interior, no merecen sus vacíos muros hacer por entrar, pues se trata de un espacio abierto y limpio rodeado de los altos paredones antiguos. Las buenas fotografías de esta fortaleza se obtienen desde el otro lado de la carretera, que, eso sí, conviene cruzar con el máximo cuidado, dado lo denso de la circulación que en ella existe a cualquier hora.


Los textos y fotos de este web site pertenecen a la obra Castillos y Fortalezas de Castilla-la Mancha. de Antonio Herrera Casado, editado por AACHE Ediciones. 2007. Colección "Tierra de Castilla-La Mancha", 1.
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