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Vista del castillo de Consuegra. Fotografía F. Pérez Prieto

Consuegra. El castillo de los sanjuanistas

Vista aérea del castillo de Consuegra,  sobre la Mancha deToledo.
Fotografía de Fernando Pérez Prieto

Al mismo tiempo sede de la leyenda y exponente de un modo muy peculiar de construcción militar, el castillo de Consuegra concita el interés y la admiración de cuantos le contemplan. Su situación, en la alto de un cerro que centra una pequeña cordillera sobre las inmensas llanuras manchegas, rodeado de los típicos molinos y bajo el aplastante azul del cielo, ofrece sus descarnaduras al curioso visitante, que debe ir antes pertrechado con un recuerdo histórico de sus primeros siglos.

Se sabe que ya los romanos tuvieron en este lugar una población de cierta importancia, a la que llamaron Consabrum, y en ella pusieron un anfiteatro, lo cual abunda en la capitalidad que podía suponer este hecho, complementado por el dato de haber sido levantado un gran acueducto a 23 kilómetros de distancia, con el solo objeto de proporcionar agua a este enclave. Hoy se ven las ruinas de esta ciclópea conducción de agua en Guadalerzas.

La dominación árabe de la península tuvo aquí un punto destacado, vigilante de caminos y distancias, al mismo tiempo que una población densa. En el reino taifa de Toledo, cuando a esta región llegaron nuevos inmigrantes, Consuegra creció y fue levan­tado este castillo con intenciones defensivas de posibles ataques norteños.

En los finales del siglo XI, cambió de dueño: poco después de la conquista de Toledo por Alfonso VI (ocurrida como ya sabemos en 1085), se verificó la entrada de los almorávides en España, al llamado del rey Al‑Mu'tamid de Sevilla, temeroso del avance del castellano. Pero al comprobar que los norteafricanos son aún más peligrosos que los vecinos del norte, pide colabora­ción a Alfonso VI, y en prueba de amistad le cede una hija, Zaida, la más querida, para que el castellano case con ella, otorgándole en la dote, entre otros castillos y plazas fuertes, ésta de Consuegra.

Es así que en 1090 Castilla toma posesión de esta fortaleza, muy notable a la sazón, pero enseguida, en 1097, sufre el acoso de los almorávides, que continúan ascendiendo por la meseta. Alfonso se resiste, batalla y pierde, pero se refugia en la fortaleza manchega. Finalmente, en 1109, tras la batalla de Uclés, el castillo de Consuegra cae en poder de los beréberes, y es solamente en 1147, cuando Alfonso VII reconquista Calatrava y su comarca, que Consuegra regresa nuevamente, y para siempre, a las manos castellanas.

El monarca entregó este lugar a la naciente Orden militar de San Juan, y fueron estos caballeros quienes organiza­ ron su defensa, en el último cuarto del siglo XII, frente a un nuevo ataque de los almohades. Finalmente, en 1183, se organizó la repoblación de la villa y su comarca, haciéndola cabeza de un gran priorato. Consuegra nacía así como punto capital del Campo de San Juan, territorio concedido por el rey de Castilla para que se creara un entorno defendido y repoblado por esta Orden, lo mismo que en el resto de la Mancha había hecho para las de Calatrava y Santiago.

El Campo de San Juan, capitaneado por Consuegra, incluyó buena parte de las tierras que median entre el Tajo y el Guadiana, con poblaciones tan destacadas como Madridejos, Urda, Tembleque, Camuñas, Villarta, Arenas de San Juan, Argamasilla de Alba, Puerto Lápice, Las Labores, e incluso los actuales despo­blados de Villaverde y Peñarroya. Una de sus más pequeñas aldeas, Alcázar de San Juan, sería luego andando el tiempo, ya en pleno siglo XVI, quien recogiera la antorcha de la capitalidad de la comarca, quedando Consuegra a partir de entonces muy disminuida en su población y recursos.

Descripción

El castillo que recordamos, es uno de los ejemplos típicos pertenecientes al grupo de las fortalezas medievales elevadas por una Orden militar. Aunque de origen árabe, no conserva ningún vestigio de esa época. fue indudablemente construido de forma conjunta tras la reconquista, especialmente a comienzos del siglo XIII. 

Recuerda en buena parte a los castillos de nuestra región castellano‑manchega que sirvieron de sede al maestrazgo o encomiendas de Ordenes: el de Calatrava la Nueva en Ciudad Real, el de Zorita de los Canes en Guadalajara, el de Mora de Toledo, etc. Este de Consuegra se alza en lo alto de un cerro desde el que se divisa imponente panorama. Su mole es al tiempo grandiosa y homogénea.

Constaba de un gran recinto externo, un amplísimo albácar o patio de armas de cuyas defensas apenas quedan restos. Sus dimensiones, 200 metros de longitud por unos 50 de ancho, le hacen notable. De sus murallas, quedan solo mínimos restos en la parte sur, y algunas cortinas con torreones adosados en la norte. En el interior de este recinto se construyeron hace años dos molinos que dan sabor manchego, aunque rompen el netamente medie­val, a esta fortaleza.

El castillo propiamente dicho ofrece una estructura homogénea y, aunque ruinosa, de un aspecto de auténtica fuerza. Tiene a su vez dos recintos. El más exterior corre alargado de sur a norte. Se forma de una alta y fuerte muralla, con cubos adosados en uno de los extremos meridionales, y con la puerta abierta el norte, al principio de un largo pasadizo que va, entre altos muros de ambos recintos, discurriendo hacia el sur, hasta desembocar en una plataforma amplia, que a su vez ofrece una eminencia rocosa sobre la que se alza el torreón del homenaje. En esta terraza natural, acabada en espigón orientado al sur, podían reunirse también un número grande de caballeros, y haría de patio de armas interior.

Ello se debe a que el castillo propiamente dicho, el núcleo central o tercer recinto, no posee patio pues se trata realmente de una enorme torre, de descomunales proporciones, (unos 33 metros por 26 metros), muy poco utilizada en los castros españoles, y que recuerda a esas fortalezas francesas que se conocen con el nombre de donjon y que son en realidad enormes edificios compactos en forma de torres fuertes. Este torreón central, en el que hoy reina la destrucción más penosa, y la ruina absoluta hace casi irreconocible la estructura primitiva, presenta adosadas sendas torres a sus cuatro costados. La mayor de ellas es la que aparece sobre el muro de levante, de fuertes muros, y con una puerta de acceso, muy alterada, sobre la que aún se reconocen ciertos escudos de armas, fechado uno de ellos en 1577, perteneciente a don Hernando Alvarez de Toledo, y el otro en 1679, de don Juan de Austria, infante e hijo natural de Felipe IV, que fue gran Prior de la Orden de San Juan. Esta torre ofrece aún dos plantas separadas por bóveda de cañón.

En la cara norte también vemos torreón adosado que se conserva aceptablemente, y no tanto el del oeste, quizás la capilla del "castillo‑convento", en el que se ven unos muros que dejaban paso a tres ventanales rasgados. En el sur, álzase la que fuera torre del homenaje, de planta plenamente circular, y que aislada por completo del recinto principal, solo permitía el acceso a través de un puente que le llegaba al segundo piso. Repito que, aparte estos detalles de interés estructural, poco más es lo que el visitante puede hoy día admirar en este castillo de Consuegra, del que persiste la estampa de fuerza y dominio sobre la llanura, y la silueta de contundentes edificios parece, en la distancia, ofrecer más de lo que en realidad da. Es, de todas formas, uno de los más interesantes y antiguos castillos de toda la región, y merece por ello una detenida visita.

Sugerencias para la visita

Al castillo de Consuegra puede llegarse andando desde la villa o incluso cómodamente en automóvil hasta su misma base. El ascenso al cerro,y la posterior visita de sus ruinas e interior, no reúne especial dificultad, siendo el acceso libre.


Los textos y fotos de este web site pertenecen a la obra Castillos y Fortalezas de Castilla-la Mancha. de Antonio Herrera Casado, editado por AACHE Ediciones. 2007. Colección "Tierra de Castilla-La Mancha", 1.
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