|
El Centro
Cervantino
de El Toboso (Toledo)Por Antonio
Herrera Casado
de la Asociación Castellano-Manchega de Escritores de
Turismo
Se cumplen estos días
los 450 años del nacimiento de Miguel de
Cervantes. Su obra
El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha
está considerada como una de las cumbres de la
Literatura y la Bibliografía universales. ¿Qué mejor
oportunidad que hablar de Cervantes y el Quijote ahora?
Lo haremos para informar a nuestros lectores de una
Biblioteca única y excepcional donde podrá encontrar
sorpresas sin cuento y maravillas sumadas, con El
Ingenioso Hidalgo por absoluto protagonista. Más que Don
Quijote, son las ediciones impresas de su fábula las que
se constituyen en meca del viajero. Esta biblioteca se
encuentra en la Mancha de Don Quijote, y en el lugar
donde residía su Dulcinea: El Toboso.
Qué
es El Toboso
Puede el viajero que se
acerca a El Toboso asociar su previa evocación con
muchas cosas: la blancura de sus casas, la incansable
llanura donde asienta, el sol vigoroso de su altura, y la
sin par figura de aquella aldeana imaginada en la mente
del por Cervantes imaginado y manchego Don Quijote.
De todo ello tendrá cumplida satisfacción mientras en
El Toboso permanezca. Porque el andar por sus calles le
dará la dimensión increíble de todos los grados de la
blancura arquitectónica. La visión del pueblo en la
distancia se fijará en el alma como típica ciudad del
ensueño manchego. Y hasta la casa, que nació que ni
pintada para ser albergue de castas doncellas, de
Dulcinea traerá el recuerdo y la melancolía.
Pero después de andar los amplios espacios de la villa,
admirar esa plaza ancha y lucida donde caballero y dama
en sendas férreas esculturas se asoman, ver la gran
iglesia parroquial como un salón gótico abierta y
luminosa, y, por supuesto, evocar a Dulcinea entre los
enormes trastos de antiguos trajines vitivinícolas,
deberá penetrar en otro de los lugares que El Toboso
tiene reservados para la admiración y el pasmo de los
viajeros: el Centro Cervantino.
Qué
es el Centro Cervantino
Junto al Ayuntamiento,
frente a la iglesia, en un caserón enorme y tradicional
que es utilizado como Casa de la Cultura, la planta baja
se dedica a Centro Cervantino en el que hace de
protagonista el libro más universal de los que en
España han surgido. Allí está el Museo de los
Quijotes que, reaachedo y puesto como hoy se ve,
abrió sus puertas en 1983. Es este uno de los elementos
que hacen de El Toboso la meca perfecta de un viaje con
ingredientes de sazonada cultura. Porque en su interior
se ofrece un mundo mágico de libros, de estampas, de
historias y curiosidades que entregan al visitante la
seguridad de encontrarse en un sitio único en el mundo,
en un verdadero santuario de la sabiduría y el regocijo.
En la sala principal de este Museo-Biblioteca, nos saluda
la vieja mesa en que Cervantes bien pudo posar sus manos
finas, y en ella tomar la pluma que apoyada en el tintero
seco parece pedir todavía nuevas andanzas imaginativas.
Un busto, pequeño, del inmortal autor nos sitúa
perfectamente en este cálido mundo de los quijotes
repetidos.
Para nuestros lectores, bibliófilos empedernidos, lo
más importante es que en este lugar se exponen, por
vitrinas, mesas y estanterías, una colección increíble
y maravillosa de ediciones del primero y más notable de
los libros escritos por Cervantes: las más peregrinas
formas de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
Mancha tienen aquí su cabida, y se dejan ver, con
asombro que no acaba. Un total que supera las 300
ediciones forman actualmente el Museo.
La idea surgió casi a comienzos de nuestro siglo, entre
los ediles de El Toboso. Fue en 1927. Al Alcalde que
entonces regía los destinos de la villa, don Jaime
Martínez-Pantoja Morales, se le ocurrió pedir a cada
embajador destacado en España, una edición de El
Quijote hecha en su respectivo país, con la firma del
propio embajador, o, si posible fuera, del presidente o
primer mandatario del mismo. Y la mayoría las mandaron.
Así ocurre que se ven quijotes de mayor o menor
envergadura, salidos de las más remotas y sorprendentes
imprentas, traducidos en decenas de idiomas cercanos o
remotísimos, con firmas conocidas y otras menos. Muchos
de ellos tienen junto a sí la carta del embajador, del
Rey correspondiente, del Presidente adecuado, en que
dicen mandar el libro a El Toboso con toda la simpatía y
cariño que la aventura de don Alonso y su pasión por
Dulcinea les suscitan.
Además, ya puestos, los sucesivos alcaldes y concejales
de El Toboso han ido atesorando ediciones raras,
curiosas, singulares de la misma obra. Y entre todas,
añadidas de fotografías de los dibujos más hermosos,
de encuadernaciones sorprendentes y de alguna que otra
fotocopia, se arraciman por las paredes de esta sala, que
dejará, tras la media hora que como mucho lleva estarse
viendo cosas nuevas, una honda y permanente huella en el
visitante.
Sería largo, y monótono, poner aquí la relación de
las ediciones quijotiles que en el Centro Cervantino
de El Toboso se albergan. Además, lo más emocionante es
descubrirlas por sí mismo, asombrarse de que -¡Qué
barbaridad, hasta en chino está El Quijote!- la
cervantina epopeya está traducida a todos los idiomas
imaginables, y contemplar dibujos, grabados y sombras de
Doré por cualesquiera rincones.
Qué
puede verse en el Centro Cervantino
Pero por dar alas a la
imaginación y al deseo, no me resisto a mencionar
algunas de las más curiosas cosas que en este lugar
ultramundano se atesoran. Porque con su solo enunciado
sirvan para que el lector, y ya seguro y futuro viajero
hacia El Toboso, prometa no perderse este recinto de
suave penumbra y olor a pastas de papel y a pergaminos.
De ediciones raras, pueden contarse, entre otras muchas,
la que en 1912 hicieron en Irlanda en lengua celta, que
parece una canción tan lenta y húmeda; o en islandés,
más reciente, en 1981; o en esperanto, que se titulaba Don
Kihoto de la Manco y que se leía, como puede
suponerse, de corrido... la más moderna de estas
quijotescas ediciones del Quijote esperantesco es de
1977, y también está aquí. Las hay en euskera, en
gallego, en catalán, en todas las lenguas y dialectos
hispánicos. Y de 1853 hay una preciosa, en letra gótica
de enrevesados caracteres, hecha en Alemania, por
supuesto.
Una de las más curiosas, -hecha por un alcarreño de
Horche, concretamente don Ignacio Calvo- es la que
escribió, entre castigo y chanza, en latín
macarrónico, titulándola Historia Domini Quijoti
Manchegui traducta in latinem macarrónicum y
constituyendo un ejercicio de rejuvenecimiento indudable
su lectura, pues quien tal haga no parará de reir
mientras le duren páginas. ¿O no es para partirse este
primer párrafo, preámbulo de tan ancho manjar?: «In
uno lugare manchego, pro cujus nómine non volo calentare
cascos, vivebat facit paucum tempus, quidam fidalgus de
his qui habent lanzam in astillerum, adarga antiquam,
rocinum flacum et perrum galgum, qui currebat sicut
ánima quae llevatur a diábolo...»
Pero además se añaden, por mencionar las que en
caracteres no latinos se han producido, en hebreo, en
ruso, en griego, en árabe, en chino, en japonés, y
hasta en coreano. Esta última la mandó el
correspondiente embajador, en 1978. Y del año siguiente
es la que en árabe firmó el ya extinto Sha de Persia,
poco antes de que Jomeini le expulsara de su trono.
En punto a firmas curiosas, está la del General Franco,
que quiso colaborar a esta idea enviando un Quijote
signado de su mano; y, por supuesto, la de José Bono,
actual presidente del gobierno de la Región de
Castilla-La Mancha en que asienta El Toboso y por la que
Alonso Quijano paseó sus delgadeces y locuras.
Hay ediciones muy antiguas y valiosas. De la primera
edición de Juan de la Cuesta en 1605, se conserva un
facsímil. Y una reimpresión de la primera edición
inglesa de 1620 por la Navarre Society traducida por
Shelton. Es muy bello el Quijote editado por Gabriel de
Sancha en 1798. Y aún pueden contabilizarse ediciones
antiguas y valiosas como la de Bruselas de 1706, o la de
Amberes de 1719.
Y hay otros quijotes en los que priman, por su vigor y
hermosura, las ilustraciones. Las ediciones en que
Gustavo Doré aachementó, con su desbordante
imaginación, su mejor hispanismo. O la que en 1969 se
hizo con las geniales disposiciones de Gregorio Prieto,
el pintor manchego que podría ser calificado de padre de
todos los "ismos" de este siglo ísmico. O la
que en 1929 apareció con los dibujos al manchego
dedicados por Heinrich Heine. Precisamente la mejor de
Doré fue la que en 1947, y con motivo del Cuarto
Centenario de Cervantes, fraguó la Editorial Castilla,
con el estudio de Astrana Marín y la ya mentada firma
del General Franco. Por supuesto que está la que
Salvador Dalí ilustró con su onírica trascendencia. Y
la que, más recientemente, Saura ha suscrito entre
sombras y escorzos propios de su estilo.
Tan nutrido vivero de ediciones quijotescas, tal
biblioteca monográficamente dedicada al Caballero de la
Triste Figura, no puede pasar desapercibida a nuestros
lectores, a quienes ya invitamos para que viajen sin
tardanza a El Toboso (norte de la provincia de Toledo),
junto a Quintanar de la Orden, a una hora tan sólo de
Madrid, y pasen un rato de su jornada admirando esta
Biblioteca única y maravillosa. Será un viaje bien
empleado.
Este
artículo aparecerá en la página 6-7 del nº 13 de la
Revista
LIBROS Uno por Uno del otoño de 1997
[Volver a Revista LIBROS
Uno por Uno]
© AACHE Ediciones -
Guadalajara - ediciones@aache.com - diciembre 06, 1997
|
|