Sacedón

Sacedón aparece situado en un suave recuesto al pie de alto cerro, en las proximidades del Tajo, y en plena Alcarria de olivos y tomillares. Su origen es muy remoto, se pierde en la noche de los tiempos. Quieren las tradiciones que fuera lugar, importante y muy poblado, de iberos y luego de romanos. El caso es que solo consta su existencia cierta en la Baja Edad Media, en que aparece como aldea de la jurisdicción de Huete, formando parte de su Común de Villa y Tierra. A esta población alcarreña, tan importante durante los siglos medievales y aun posteriores, se halla ligado Sacedón en su primera historia.

Después, en 1553, se independiza adquiriendo del Emperador Carlos I el título de Villa por sí, con jurisdicción propia. Título que fue confirmado por reyes posteriores, y especialmente por Felipe V, en 1742. Fue a partir del siglo XVII mayorazgo de la casa del Infantado, perteneciendo en principio a don Gaspar de Sandoval Silva Mendoza y de la Cerda, hermano del duque a quien luego pasó. Y en el XVIII, durante la Guerra de Sucesión, sufrió tantos destrozos que quedó prácticamente despoblado. Hoy ha conseguido levantar notablemente su economía y actividad, debido en gran parte a la construcción en su término del embalse de Entrepeñas, y la consiguiente creación, a lo largo de centenares de kilómetros de costa, de numerosos complejos urbanísticos y de recreo. Aunque a finales del siglo XX y principios del XXI el trasvase de esas aguas a la cuenca del Segura, han dejado el embalse casi vacío, y sin objeto tantas previsiones, quedando la villa y su comarca en un ambiente de depresión económica.

En Sacedón debe admirar el visitante su iglesia parroquial, con portada de severas líneas clasicistas, gran torre prismática, y un interior de tres naves y cúpulas nervadas, con un coro alto a los pies del templo y gran capilla mayor. Sus muros están desnudos por destrucción en la Guerra Civil de 1936‑39 de sus obras de arte.

La primitiva iglesia sacedonense debió de ser de muy pequeño tamaño, encontrándose ubicada en el lugar en que hoy se levanta la ermita de la Santa Cara de Dios. En ella se practicaba el culto a Nuestra Señora de Gracia. La construc­ción de la parroquia actual data del siglo XVII. La Capilla de los Cristos se edificó en 1615, mientras que la torre y la portada, de estilo renacen­tista, es de 1616. La torre ac­tual no es la original. La primi­tiva estaba techada con pizarra hasta que una chispa eléctrica la destruyó en 1819. Posterior­mente se restauró, en 1852 se forró de plomo y en 1959 se cubrió de cemento quedando rematada por la actual azotea o terraza.

También en el pueblo se conserva la ermita de la Cara de Dios, obra sencilla del siglo XVIII, pero espectacular de líneas y volúmenes de estética barroca, en la cual se veneraba, dentro de un retablo barroco, un trozo de lienzo de pared con un rostro pintado, que según la tradición había aparecido milagrosamente dibujado al clavar sobre una pared el puñal de un blasfemo. Se ubica sobre lo que antaño fuera el Hospitalillo de Nuestra Señora de Gracia. Al Santo Rostro, en cuyo honor se celebran las fiestas de agosto, las crónicas sacedonenses le atribuyen numerosos milagros. La ornamentación de muros, cornisas y capiteles es profusa de temas florales, muy recargada en capiteles y columnas. Su estructura consta de una sola nave rematada en crucero y este a su vez en una esbelta cúpula. En el presbiterio se halla el retablo en cuyo cen­tro está incrustada la Santa Cara. La que hoy se puede ver no es la original, que desapareció durante la Guerra Civil, sino una copia, que es igualmente venerada por el pueblo de Sacedón.

La patrona de Sacedón es la Virgen del Socorro. Se le rinde culto en la ermita que lleva su nombre, situada a unos ocho kilómetros de la localidad, entre los montes que cercan al río Tajo. La leyenda dice que en esos montes donde ahora está situada la er­mita, un cazador se vio asaltado por una gran serpiente y al ver su vida en peligro se encomen­dó a la Virgen, la pidió socorro, y esta se lo concedió. En aquel lugar se edificó esta ermita, y el primero de septiembre de cada año, los sacedonenses acuden en romería a alabar a su Virgen. La tradición afirma que el nombre del cazador de la leyenda era Do­mingo López del Socorro, siendo él mismo quien en 1613 mandó construir con su dinero la ermita, siendo también el promotor del traslado allí de la imagen desde la iglesia. En 1700 los vecinos repara­ron y ampliaron la ermita pri­mitiva, pues la consideraron muy pequeña. En el siglo XIX vol­vió a modificarse en sucesivas restauraciones, y tras la Guerra Civil hubo que acometer nue­vas reparaciones y sustituir la imagen, desaparecida durante la contienda. En 1954 se erigió un vía crucis en el camino desde el pueblo a la ermita del Socorro.

En lo alto del cerro de la Coronilla, y como obsequio de la Confederación Hidrográfica del Tajo al terminar las obras de los embalses de Entrepeñas y Buendía, en 1956 se erigió un grandioso monumento al Sagrado Corazón de Jesús, que consta de alto graderío, arcadas de piedra y sobre ellas un pedestal que sirve de peana a una estatua de Cristo de cinco metros y medio de altura, teniendo 23 metros todo el monumento. Fue su autor Domingo Díaz‑Ambrona, y el escultor de la imagen el murciano Nicolás Martínez.

El embalse de Entrepeñas, obra magna de la ingeniería hidráulica española, se construyó para producción de energía eléctrica represando las aguas del río Tajo en un lugar especialmente angosto de su trayecto. Lugar que ya desde muy antiguo estaba rodeado de leyendas por lo tenebroso de su entorno. En la parte baja de las llamadas peñas del Infierno se encuentra aún el viejo puente de piedra que cruzaba el río. El panorama, a pesar de la construcción del embalse, residencias y jardines accesorios, continúa siendo de inolvidable belleza.

Fueron terminadas las obras en 1956, acudiendo a su inauguración el general Franco. La cola del embalse alcanza unos cincuenta kilómetros de costa al introducirse las aguas por diversos valles, formando calas y rincones rodeados de montes y pinares en los que han surgido infinidad de urbanizaciones y núcleos residenciales. Turísticamente ha sido bautizado el embalse de Entrepeñas como el Mar de Castilla y Costa de la Miel, sirviendo sus aguas para la práctica de la pesca (lucio, carpa) y los más variados deportes náuticos.

Simplemente como recuerdo, es preciso mencionar cómo en el término de Sacedón, a ocho kilómetros de la villa, en una vaguada afluente del Guadiela, se encontraban los baños que fueron aprovechados desde la más remota antigüedad por los romanos (que los llamaron Thérmida), por los árabes (Salambir) y luego por muchos otros personajes, como el Gran Capitán, que en ellas curó del reumatismo que padecía. Desde el siglo XV aproximadamente, a Sacedón se le ponía de apellido «de los Baños», pues la fama de éstos fue creciendo, hasta que en el siglo XIX comenzó a utilizarlos la familia real española, que acudió por primera vez a ellos en 1814. Fernando VII decidió construir allí un palacio y una colonia que llamó La Isabela en honor de su esposa la reina Isabel de Braganza. El lugar fue rápidamente acondicionado, poblándose con una urbanización perfecta, con rectas calles, anchas plazas y edificios magníficos. De todo ello queda sólo algún plano, y unas cuantas fotografías, pues desapareció bajo las aguas del embalse de Buendía, en las que los submarinistas pueden encontrar el espectáculo inédito de un pueblo borbónico cubierto de algas y tamizado de la grisácea luz de las profundidades acuáticas. O bien contemplarlas y pasear entre ellas en las cada vez más frecuentes temporadas en las que el agua baja tanto que los restos de La Isabela a floran a la superficie.

Para saber más de Sacedón

Para saber más de Sacedón y su comarca, es imprescindible consultar estos libros:

Historia de Sacedón. Patrimonio y costumbres
de Jesús Mercado Blanco, María Jesús Moya Benito y Antonio Herrera Casado
Aache Ediciones. Guadalajara, 2003. 382 páginas, numerosas ilustraciones

Sacedón, un siglo de imágenes
de María Jesús Moya Benito y Jesús Mercado Blanco
Aache Ediciones. Guadalajara, 2005
Aache Ediciones. Guadalajara, 2005. 192 páginas, totalmente ilustrado con fotos antiguas.

Sacedon y Entrepñas La Isabela corcoles Monsalud