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Nuño BELTRÁN de GUZMÁN
Militar castellano.
Guadalajara, ca. 1490 - Torrejón de
Velasco, 1544.
Fundador con otros militares al servicio del Emperador,
de la ciudad de Guadalajara en Jalisco, México.
Antonio Ortiz García
| Nuño Beltrán de Guzmán, a quien consideramos fundador de la
ciudad de Guadalajara en México | Nueva Alcarria, 8 agosto 2003
La
supuesta “fundación” de la
Guadalajara mexicana, atribuida a nuestro
personaje, necesitaría alguna puntualización: en realidad fue fundada
por su lugarteniente, llamado en unas crónicas Juan de Oñate y en otras
Cristóbal, y al que nuestra ciudad recuerda con el nombre de una pequeña
plaza situada en los aledaños de la Calle Mayor baja, hacia la Plaza de
San Juan de Dios. Oñate, con idea de halagar a su jefe fundó,
aproximadamente en enero de 1531, un pequeño poblado cerca de Nochistlán
al que denomina Guadalajara. Dos años más tarde, Beltrán de Guzmán la
visita y, a petición de sus habitantes y debido a la situación de
riesgos de ataques y a la falta de agua, decide cambiar su emplazamiento a
la zona de Tonalá. Posteriormente sería reubicada de nuevo, cuando
nuestro Nuño Beltrán de Guzmán ya había sido sometido a proceso y
trasladado a España, en esta ocasión en el valle de Antemaxac, en fechas
que oscilan, según los cronistas, de octubre de 1541 a febrero de 1542.
Este emplazamiento definitivo sería fijado por otro alcarreño, el nuevo
virrey D. Antonio de Mendoza, hijo del 2º conde de Tendilla, nombrado
para este cargo por Carlos V teniendo en cuenta la fidelidad que había
demostrado hacia su persona en las pasadas guerras comuneras, con el
encargo de neutralizar la excesiva autoridad que Hernán Cortés había
adquirido y, muy especialmente, de corregir los desmanes de que se acusaba
a su paisano, Nuño Beltrán de Guzmán, al que llega a destituir de sus
cargos, arrestar y enviar a España para ser sometido a juicio, como
veremos.
Muy destacado futuro esperaba, ya desde sus comienzos, a la nueva ciudad
tras sus ajetreados peregrinajes: se convirtió en sede de Obispado desde
1548. En 1561 se puso la primera piedra de la actual catedral, que se
terminó en 1618, siendo una de las más antiguas de México. La Audiencia
se estableció ya en Guadalajara el 10 de diciembre de 1560. Así
Guadalajara se convirtió en capital del llamado Reino de la Nueva
Galicia (fundado, precisamente, sobre las zonas conquistadas por
nuestro personaje), que llegó a comprender lo que hoy es Jalisco, Nayarit,
Aguascalientes, Zacatecas parte de Colima y San Luis Potosí.
Nuestro personaje, Nuño Beltrán de Guzmán, puede ser considerado como
figura paradigmática del conquistador de América. De carácter
arriesgado y temerario, ansioso de riquezas y de fama, se le considera
cruel con los indios y despótico, al igual que la mayoría de los que al
Nuevo Continente se desplazaron en busca de la ansiada fortuna. Algún
cronista, exagerando las tintas, le tildó de “el aborrecible
gobernador del Panuco y quizás el hombre más perverso de cuantos habían
pisado Nueva España...”. Sin poner en duda la innegable crueldad de
Beltrán de Guzmán para con los sometidos indígenas, no resulta mayor
que la del resto de los conquistadores, incluido Hernán Cortés, su
principal adversario.
Había nacido nuestro personaje en Guadalajara, hacia 1490. Era miembro de
una de las familias hidalgas de más raigambre en la ciudad, los Guzmán,
de los cuales podemos encontrar datos en los “Aumentos” a las
“Relaciones
Topográficas de Felipe II” de nuestra ciudad: en ellas se habla del
caballero Juan Beltrán de Guzmán, hijo de Hernán Beltrán y de Leonor
de Guzmán, que fue enterrado en la -hoy desaparecida- iglesia de San
Esteban en 1488. Pariente de este caballero sería nuestro personaje, si
bien no es posible precisar tal parentesco. Pero sus vinculaciones con
esta familia deberían ser grandes: su sobrino, Diego de Guzmán, le
acompañaría en sus conquistas mexicanas, y un nieto del citado Juan
Beltrán, Fr. Juan Beltrán de Guevara, murió como obispo electo de México:
varias, como vemos, son las conexiones mexicanas de esta rama de la
familia de los Guzmanes.
Como multitud de hidalgos de la época, Beltrán de Guzmán decide probar
fortuna en los nuevos territorios americanos: reúne tres barcos y llega a
América en 1525, aprovechando una Encomienda que Carlos V le ha
concedido. Una vez allí decide no conformarse con lo que ya posee, por lo
que se traslada a México en 1528. Debía gozar del favor del Emperador,
pues lo hace como Gobernador de Panuco y, posteriormente, Presidente de la
Audiencia de México (por lo que se hacía llamar “muy magnífico señor”),
convirtiéndose desde entonces en uno de los más tenaces enemigos del
conquistador, Hernán Cortés.
En 1529 Cortés, que había reivindicado su conducta ante Carlos V, había
sido repuesto como Capitán General del territorio mexicano y volvía al
mismo (si bien, como decimos, y como compensación a su poder, sería
nombrado virrey en 1535 D. Antonio de Mendoza). Quizás ante la amenaza de
represalias de Hernán Cortés contra sus antiguos enemigos, Nuño Beltrán
de Guzmán pensó en poner tierra por medio y, abandonando su cargo de
Presidente de la Audiencia, decide encabezar una expedición militar al
Noroeste de México. Para ello forma un considerable ejército para la época,
con unos 300 españoles y 6.000 indígenas auxiliares, y por Guanajuato y
Jalisco llegan a la zona de Tepic, combatiendo a numerosas tribus de
indios, pero también sufriendo las inclemencias de un clima hostil:
tormentas, abundantes lluvias, terrenos inundados, etc. que provocan la pérdida
de pertrechos de guerra y de alimentos entre los conquistadores y multitud
de enfermedades. A ello se sumaron conatos de rebelión en sus tropas, que
Beltrán de Guzmán atajó con su consabida dureza ordenando la ejecución
de los cabecillas.
Es indudable que buscaba unas culturas indígenas semejantes a las
halladas anteriormente por Cortés, pero ninguno de los pueblos y tribus
con los que contactaba respondían a sus expectativas. También era
proclive a caer en los mitos y leyendas de los conquistadores: creyó
hallar el mítico territorio de las Amazonas al encontrarse con una
supuesta tribu de mujeres guerreras, cuando la cruda realidad es que de
ella habían huido los hombres. Su táctica era la que le granjearía la
siniestra fama que le acompañó: sitiar los poblados indígenas,
apropiarse del maíz y otros cultivos y arrasar e incendiar lo restante
para impedir cualquier ataque por la retaguardia, todo ello junto con
tormentos aplicados a los caciques locales para lograr información sobre
territorios de fabulosas riquezas de los que estos no tenían la menor
idea, como haría de forma particularmente cruel con uno de Michoacán.
Llegado a la zona costera de Culiacán, donde funda la ciudad de San
Miguel, intenta prolongar sus expediciones hacia el norte y el este de la
misma, en comarcas como Sinaloa. Ante el fracaso que supone no encontrar
sino territorios desolados, decide consolidar las zonas que ha ocupado, a
las que da el nombre de Nueva Galicia, posteriormente denominado
como reino, si bien formando parte, como provincia del Virreinato
de la Nueva España, nombre oficial de México y Centroamérica. En este
entorno y por esos momentos surgiría la fundación de la ciudad de
Guadalajara que antes hemos comentado.
Tras nuevas expediciones de su sobrino Diego de Guzmán al territorio de
Sonora, el virrey D. Antonio de Mendoza, ante las acusaciones y quejas que
recibe, decide destituirle y enviar como nuevo gobernador de Nueva Galicia
a Francisco Vázquez de Coronado, hacia 1538, así como enviarle a España
para ser sometido al juicio de residencia, según las instrucciones
del recientemente creado Consejo de Indias. Encarcelado en el
castillo de
Torrejón de Velasco, aguardaba la vista de su causa cuando le sobreviene
la muerte, al parecer en 1544.
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aache@ono.com- noviembre 01, 2013 |
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