Aristócrata alcarreña. Antonio Herrera Casado | María Diega Desmaissières, una mujer rica | Nueva Alcarria, 28 agosto 2003
María
Diega Desmaissières y Sevillano nació en Madrid en 1852 y murió en
Burdeos en 1916. Perteneciente a una noble familia, poseedora de numerosos
títulos aristocráticos y de una inmensa fortuna material, permaneció
siempre soltera, quedando en posesión a lo largo de su vida de una
inmensa fortuna, que ella destinó en buena medida a la fundación de
centros benéficos en diversos lugares de España. Su
bisabuelo paterno era francés, de la región de Burdeos, y se llamaba don
Arnaldo Desmaissières. Su abuelo paterno era Miguel Desmaissières,
oriundo de León, y quedó heredero en el Bordelés de inmensas
extensiones de territorio de viñedos. Con título de conde de la Vega del
Pozo, se dedicó a la política desde los finales del siglo XVIII,
sabiendo capear los temporales del primer tercio del siglo XIX con cierto
éxito, aunque con una mala fortuna final. Su abuela era Bernarda López
de Dicastillo, también de noble ascendencia navarra, con riquezas sin
cuento, palacios y tierras. Ambos casaron en 1802, teniendo nueve hijos,
de los cuales cuatro murieron en la infancia. Los otros fueron Luis (1805-1823)
que murió en Toulouse, de una caída; Diego (1806-1855) el padre de
nuestra fundadora, que murió en Pau; Engracia (1807-1855), fallecida en
el palacio familiar de Guadalajara; Manuela (1812-1843) muerta también en
Toulouse en plena juventud; y María Micaela (1809-865), la Santa de la
familia, que fue la que recibió el título de vizcondesa de Jorbalán,
heredado de su padre, por renuncia de su hermano en 1846. Su
hermano Diego María Desmaissières y López de Dicastillo Flores y Olmeda
recibió de su padre los títulos de conde de la Vega del Pozo y marqués
de los Llanos de Alguazas, con sus anejos territorios en Murcia. Ejerció
la actividad de diplomático, siendo embajador de España por diversos
lugares de Europa, entre ellos Bélgica e Italia. Casó en 1846 con María
Nieves Sevillano y Sevillano Fraile y Mocete, que heredaba los títulos de
marquesa de Fuentes de Duero y duquesa de Sevillano. La boda se realizó
en Guadalajara, en el palacio de los Desmaissières, con una fastuosidad
principesca. En 1850 nació su primera hija, María de las Nieves, que
murió a los 3 años. En 1852 nació María Diega, que heredaría todos
los títulos y todas las riquezas de ambas familias. Perdió a su padre
muy pronto, pues Diego falleció en Pau en 1855, heredando la influencia
de bondad, generosidad y entrega de su tía María Micaela. De ahí que
María Diega, que siempre permaneció soltera, se propusiera desde muy
joven la realización de una gran fundación que sirviera de acogimiento a
pobres y desvalidos, levantando junto a ella un gran mausoleo para
enterrar a su padre y a toda su familia con el boato que de su
magnificencia cabía esperar. La
señora duquesa La
figura de María Diega Desmaissières y Sevillano, condesa de la Vega del
Pozo y duquesa de Sevillano, es una referencia obligada para entender la
historia y la monumentalidad de Guadalajara en el último siglo. Heredera
única, como hemos visto, de una de las familias más ricas de España en
los años de auge de la gran burguesía, esta mujer se ocupó muy pronto
de cuantos problemas sociales emergían en la España de fines del siglo
XIX, que eran tantos y tan oscuros. Heredera de una inmensa fortuna, la dedicó a mejorar las condiciones sociales de los alcarreños pobres. Proyectó construir en los alrededores de la ciudad un gran complejo educativo y de acogida: lo que serían la Escuela-Modelo y el Asilo, que estaría acompañado de una iglesia conmemorativa de su tía, y de un gran panteón donde fuera enterrado su padre, y que sirviera para acoger los restos de toda su familia, y los suyos propios. Muy
joven aún, en 1882, se puso a la tarea, encargando el proyecto al
arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, quien desarrolló en Guadalajara una
idea arquitectónica que le consagró definitivamente como uno de los
mejores arquitectos de la historia de nuestro país. En 1888, el
Ayuntamiento de Guadalajara, agradecido a su bondad y desvelos por los
pobres de la ciudad, la nombró Hija Adoptiva de la misma, siendo alcalde
constitucional don Ceferino Muñoz, y entregándola en solemne acto
protocolario un hermoso diploma en el que aparecía el escudo heráldico
completo de la señora y diversas alusiones a sus desvelos en pro de las
artes, la ciencia y la Caridad. El diploma, obra maestra de José María López‑Merlo
y Pascual, académico de la Real de Bellas Artes, se conserva todavía en
poder de las Religiosas Adoratrices. Por
haber fallecido de forma inesperada en Burdeos, en 1916, sin haber
realizado previamente testamento, y al no tener hijos ni sobrinos
directos, la inmensa fortuna de María Diega Desmaissières quedó en
poder del Estado francés en lo relativo al vecino país, y en el de
algunos remotos parientes, Congregación de Religiosas Adoratrices y
Estado Español, en lo referido a nuestro país. Del apellido Desmaissières
no quedó en Guadalajara sino el recuerdo de esta mujer ejemplar.
La Fundación de la duquesa de Sevillano Entre
las múltiples posesiones de doña María Diega Desmaissières y Sevillano
por tierras de la Alcarria, y aparte de tener su gran palacio residencial
en el centro de la ciudad, figuraba una extensa finca en los alrededores más
inmediatos de la ciudad, al final del llamado paseo de San Roque, porque
desde el parque de la Concordia llegaba, entre densas filas de árboles,
hasta la ermita del querido Santo de los caminantes y sufrientes, San
Roque. En
esa finca, de más de 50 hectáreas de extensión, imaginó construir un
complejo de múltiples usos y tan grandioso en sus dimensiones y aspecto,
que dejaría boquiabiertos a cuantos lo contemplaran. Era su esperanza no
tanto deslumbrar y dejar que las futuras generaciones recordaran con
admiración su nombre, como dar cobijo y prestar ayuda a esa gran cantidad
de indigentes, parados y menesterosos con que Guadalajara contaba en su
padrón municipal de pobres. Mandó al arquitecto Velázquez Bosco diseñar
esa serie de edificios que aún hoy vemos en pie: el Asilo principal, la
iglesia de Santa María Micaela, y el gran Panteón central, asombro de
todos cuantos le visitan. La
obra duró muchos años, más de treinta, y finalmente, en los últimos días
de su vida, doña María Diega pudo ver prácticamente culminada su idea
primitiva, con el panteón, los asilos y
escuelas, y la iglesia, terminadas y bellísimas. Ordenó que no se
tallara escultura alguna a ella relativa hasta después de morir. Y que su
cadáver fuera puesto, junto al de sus familiares más queridos, en la
cripta del panteón. Así se hizo, y así podemos hoy contemplarlo. Hay
que aclarar también que en vida de doña María Diega, el escultor Ángel
García Díaz fue tallando la basamenta de su enterramiento, en el duro
material del basalto. Pero hasta que ella no murió no se inició la talla
del grupo escultórico que lo cubre y que simboliza el traslado de su
cuerpo por ángeles. El desarrollo iconográfico de ese grupo es idea del
escultor García Díaz, quien puso lo mejor de su imaginación e inspiración
en este enterramiento, en homenaje a la mujer que tanto le había ayudado.
Terminado de tallar en 1921, se declaró inaugurada la cripta de este
grandioso panteón. [Return to Alcarrians Distinguished - Main Page]© Panel mantenido por A. Herrera Casado - Guadalajara |