Alejo VERA y ESTACA Pintor. Nacido en Viñuelas
(Guadalajara), en 1834,
Sus primeros estudios los realizó en la escuela pública y, viendo ya sus dotes para el dibujo, sus maestros le aconsejaron solicitar una beca a la Diputación Provincial de Guadalajara para recibir enseñanza artística en Madrid. Se trasladó a la Corte e ingresó, gracias a dicha beca, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Se matriculó en los Estudios Elementales de la calle Fuencarral durante los cursos 1850-51 a 1853-54. Después realizó los Estudios Superiores, durante los cursos 1854-55 a 1856-57. Por estos años acudió con asiduidad a las clases que el gran pintor Federico de Madrazo impartía en su estudio, considerándose a partir de entonces discípulo suyo. Cuando en 1856 se celebró la primera Exposición General de Bellas Artes en las Galerías del Ministerio de Fomento, Alejo Vera no dudó en presentarse con una obra titulada La poesía, por la que obtuvo una mención honorífica, iniciando así sus éxitos en estos certámenes. Terminado el último curso, presentó al año siguiente a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1858 la obra Licinia, mujer de Cayo Graco, cuando arrojándose a sus pies y teniendo a su hijo de la mano le presenta el peligro cierto a que se expone yendo delante de los que mataron a su hermano ( n° 211 del catálogo). Tanto en este cuadro como en La poesía Alejo Vera revelaba ya las condiciones que como pintor tendría más adelante. Con la ayuda del banquero Miranda, que había adquirido algunas de sus primeras obras, Se trasladó a Italia en 1860 con una beca para continuar sus estudios. Allí quedó impresionado por los numerosos restos arqueológicos, en especial los de la ciudad de Pompeya, que plasmó en repetidas ocasiones en sus pinturas, acuarelas y dibujos. En esta primera estancia en Italia pintó uno de sus cuadros más famosos y admirados, El entierro de San Lorenzo, que más tarde presentó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1862 y que resultó premiado con una medalla de primera clase. Esta obra fue calificada por las autoridades críticas del momento como una de las notas más correctas y sentidas de la pintura española del siglo XIX y fue la que dio a Alejo Vera el prestigio que luego adquirió. Participó de nuevo en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1866, donde envió los cuadros Santa Cecilia y San Valerio y Un coro de monjas. Por este último obtuvo su segunda medalla de primera clase. A la Exposición de 1871 envió seis obras. Una de ellas, Una señora pompeyana en el tocador, obtuvo medalla de primera clase y, por tanto, la Cruz de Carlos III, que se otorgaba cuando un artista conseguía su tercera medalla de primera clase, como fue el caso de Alejo Vera. El 5 de julio de 1874 fue nombrado profesor ayudante práctico numerario de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid. Comenzó así su labor pedagógica en esta Escuela de Bellas Artes en la que fue escalando puestos hasta ser nombrado en 1904 catedrático numerario de Colorido y Composición y que no abandonó hasta que su quebranto físico le impidió continuar su labor. Entre 1871 y 1874 pintó la decoración del techo del salón-comedor del palacio que hoy es la sede de la Cámara de Comercio e Industria de Madrid. Representó en él una Alegoría de la abundancia, donde aparecen representadas las figuras de Baco, Ceres y Diana. También exhibió en 1874, en una de las frecuentes exposiciones de artes que se celebraban en la madrileña platería de Martínez, dos pequeñas obras tituladas La vestal dormida y La tranquilidad en el claustro. En 1876 obtuvo medalla única en la Exposición Universal de Filadelfia por la misma obra que había sido premiada en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1871: Una señora pompeyana en el tocador, haciendo así sus éxitos internacionales. Dos años después, en marzo de 1878, se anunció concurso para proveer las plazas de pensionados en Roma y Alejo Vera se presentó. Tenía entonces 43 años. Por Real Orden de 19 de junio de 1878 se le asignó la plaza de pensionado de Mérito por la pintura de Figura. Durante su estancia en la Academia Española en Roma Alejo Vera aprovechó sus estudios. Su trabajo de primer año fue un cuadro titulado Escenas de las catacumbas. En 1880 hubo de regresar a España pues vivió el doble dolor de perder a sus padres en el intervalo de pocas semanas. Cuando se reintegró de nuevo a sus tareas en Roma, realizó sus trabajos de segundo y tercer año, el boceto y, a partir de éste, el cuadro Los últimos días de Numancia. Estos trabajos recibieron la calificación máxima por parte de la Academia de San Fernando, que juzgaba las obras de sus pensionados para comprobar el aprovechamiento de los estudios de los becarios. El 31dejulio de 1881 terminó su pensión en Roma y regresó a España, presentando poco después Los últimos días de Numancia a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1881 que resultó premiada con una primera medalla. Al disponer Alejo Vera de galardones similares, se le conmutó este premio por la Gran Cruz de Isabel la Católica. En agosto de ese mismo año se presentó a la plaza de académico de Número de la clase de Artistas de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, vacante en la Sección de Pintura por fallecimiento de Francisco Sans, que le fue concedida en sesión extraordinaria de 17 de octubre, aunque la recepción oficial no se produciría hasta el 26 de junio de 1892. En 1882 se presentó a la Exposición Internacional de Viena con el cuadro Una señora pompeyana en el tocador, expuesta en la Sección de Pintura Española, y que hizo figurara Alejo Vera en el cuadro de honor de expositores. En 1885, recibió la Gran Cruz de primera clase en la Exposición Internacional de Munich. Ende 1885 y 1886 se llevó a cabo la decoración de las seis capillas de la iglesia de San Francisco el Grande de Madrid, eligiéndose para ello pintores que hubieran estado pensionados en Roma. El 4 de abril Alejo Vera recibió el encargo de ornamenta ren estilo plateresco una de las capillas. Vera presentó seis bocetos, por los que recibió 12.000 pts, pero no llegó a realizar el trabajo por diferencias con la Junta Directiva respecto a sus honorarios. Lo que sí llegó a realizar fue un cuadro para el mismo templo titulado El milagro de las rosas en la vida de San Francisco, que pintó hacia 1889. El 25 de agosto de 1891 se produjo un nuevo éxito en su carrera al ser nombrado Director de la Academia Española de Bellas Artes en Roma, en sustitución de Vicente Palmaroli. Antes de tomar posesión de su cargo leerá, el 26 de junio de 1892, el discurso de recepción en la Academia de San Fernando titulado Realismo y Naturalismo en la pintura y sus diferencias e importancia comparados con el Idealismo. También antes de trasladarse a Roma participó en la Exposición Internacional de 1892 con los cuadros titulados Cosiendo un botón, Hilandera romana y Comunión en las catacumbas, este último propiedad del Senado, obras todas que formaron parte de la sección «Historia de la pintura, desde Goya a nuestros días», formada al margen de las tres secciones habituales de pintura, escultura y arquitectura. Por fin, el 17 de octubre de 1892, tomó posesión de su cargo de Director de la Academia Española en Roma, puesto que ocupó durante seis años. Alejo Vera realizó correctamente las funciones propias de su cargo. Durante su permanencia en él se aprobó un nuevo Reglamento. Se apartó de su puesto durante 1895 y parte de 1896, regresando después a él para ser sustituido finalmente, a fines de 1898, por José Villegas, una vez acabado el plazo reglamentario que le permitía ostentar dicha Dirección. Inmediatamente Vera regresó a España. En 1899 remitió a la Exposición Nacional de Bellas Artes un boceto titulado La verdad, n° 863 del catálogo, esta vez fuera de concurso. Fue la última vez que se presentó a este certámen. En 1910 participó en la Exposición Internacional de Arte que celebraba el Centenario de la ciudad de Buenos Aires, con la pintura titulada En las catacumbas. Nueve años después su quebranto físico era ya tan grande que le impedía incluso asistir a los actos académicos aunque, eso sí, no faltaba a sus clases. Finalmente hubo de dar por terminada su labor pedagógica. Por fin, el 4 de febrero de 1923 Alejo Vera Estaca murió en su domicilio de Madrid. La modestia y sencillez con la que vivió siempre se manifestó también a la hora de su muerte, que le llevó a disponer que no se le brindara ningún homenaje y que la noticia de su muerte no se comunicase hasta después de verificado el entierro. No obstante la Academia de San Fernando le dedicó una sesión necrológica a la que acudieron muchos de sus alumnos. Su semblante como hombre lo describió, con ocasión de su muerte, J. Blanco Coris en su artículo de La Esfera titulado In Memoriam. Alejo Vera: "Jamás solicitó de la Prensa el reclamo. Escondido siempre en su estudio, tenía la convicción de que los hombres no se deben labrar tronos de guardarropía, más o menos teatrales, sino que las reputaciones se deben conquistar a pulso, con una conducta honrada y santa. Murió D. Alejo Vera sin que nadie se enterara. A su sepelio sólo asistieron Blay Verguer Marín, Garnelo Fortunato y cuatro antiguos alumnos de su clase de la Escuela de San Fernando. La Academia y el Círculo de Bellas Artes desplegaron sus colgaduras negras cuando sus restos estaban bajo tierra. Se fue sin ruido ni ostentación y sin coronas. No le hacía falta, porque hombres de su carácter y de su categoría no necesitan esas fórmulas sociales. La Historia se encarga de colocar los laureles merecidos a quienes, como él, labraron la gloria de la Pintura española". [Volver a Alcarrians Distinguished - Main Page] © Panel mantenido por A. Herrera Casado - Guadalajara |